COLISIONES CRISTIANAS
-La ofensa-
Cuando el Cristianismo vino al mundo, no necesitaba llamar la atención (aun cuando lo hacía) al hecho de que era contrario a la naturaleza y entendimiento humanos, pues el mundo descubrió esto fácilmente. Pero ahora que estamos en términos íntimos con el Cristianismo, debemos despertar la colisión. La posibilidad de ofensa debe ser predicada nuevamente a la vida. Solo la posibilidad de ofensa (el antídoto a la poción somnífera de los apologistas) es capaz de despertar a aquellos que se han quedado dormidos, es capaz de romper el hechizo de forma que el Cristianismo vuelva a ser lo que realmente es.
Por ello, pobre de aquel que predica el Cristianismo sin ninguna posibilidad de ofensa. ¡Pobre de la persona quien, suave, cortés, acomedida y convincentemente predica algo suave y dulce que supuestamente es Cristianismo! Pobre de la persona que hace razonables los milagros. Pobre de aquel que traiciona y rompe el misterio de la fe, lo distorsiona en sabiduría pública, ¡al quitarle la posibilidad de ofensa! Pobre de la persona que habla del misterio de la Redención sin detectar en él ninguna posibilidad de ofensa. Pobre de aquel que piensa que Dios y el Cristianismo son un tema de estudio y discusión. Pobre de aquel representante infiel que se sienta a escribir pruebas falsas, ganándose amigos para sí y para el Cristianismo desterrando las posibilidades de ofensa. Oh, el aprendizaje y la comprensión tan trágicamente desperdiciados. Oh, el tiempo perdido en este enorme trabajo de hacer al Cristianismo tan razonable, ¡y en tratar de hacerlo tan relevante!
Sólo cuando el Cristianismo se levanta nuevamente, poderoso en la posibilidad de ofensa, solo entonces no necesita defensores astutos. Sin embargo, mientras más hábil, más articulada y de mayor excelencia sea la defensa, más se desfigura, extingue, agota al Cristianismo como a un hombre castrado. El Cristianismo no debería ser defendido, al menos no en los términos del mundo. Somos nosotros los que debemos ver si podemos justificarnos a nosotros mismos. Somos nosotros los que elegimos: o ser ofendidos o aceptar el Cristianismo.
Por ello, quítale al Cristianismo la posibilidad de ofender o quítale al perdón del pecado la batalla de una conciencia angustiada. ¡Y entonces cierra las iglesias, mientras más pronto mejor, o conviértelas en centros de entretenimiento abiertas todo el día!
Tal es el caso en un incendio. Ni bien es escuchado el grito de "¡Fuego!" antes de que una multitud se agolpe al lugar. Uno tiene una jarra, otra una olla, la tercera un atomizador. Todos son gente cordial, simpática y bien dispuesta a dar ayuda para apagar el fuego.
¿Pero qué dice el Jefe de Bomberos? El Jefe de Bomberos, aunque normalmente es una persona muy educada y cortés, dice, o más bien, grita, "¡Oh, al demonio con sus jarras y atomizadores!" Sí, el Jefe de Bomberos normalmente es una persona muy educada y cortés que sabe mostrarle a todos el debido respeto, pero en un incendio es muy diferente. Dice "¿Dónde demonios está la fuerza policíaca?" Y cuando algunos policías llegan, les dice "Desháganse de toda esta maldita gente con sus jarras y atomizadores. Y si no entienden con palabras, denles un bastonazo o dos, para librarnos de ellos y que podamos trabajar."
En un incendio la forma de ver las cosas no es la misma que todos los días. Es muy natural, pues un incendio es algo muy serio, y cuando pasan cosas realmente serias, las intenciones honestamente buenas nunca son suficientes. No, la seriedad aplica una ley enteramente distinta: o esto o lo otro. O eres alguien que, en este caso, puede hacer algo; o si no lo eres, entonces lo más importante que puedes hacer es quitarte del camino. De la misma forma que pasa en un incendio, igual es en asuntos de la mente. Cuando hay una causa para ser promovida, una labor a ser llevada a cabo, una idea a ser introducida, siempre podemos contar que cuando alguien llegue al lugar, encontrará una compañía genial de mentecatos quienes, en nombre de la seriedad, están reunidos desordenando cosas queriendo servir a la causa, promover la labor, introducir sus propias ideas. Como digo, cuando llegue la persona indicada encontrará las cosas así. Y el hecho de que sea la persona indicada puede determinarse precisamente por cómo entiende su relación con esta compañía de mentecatos. Si tiene la noción de que son ellos los que están allí para ayudar, y que debe fortalecerse uniéndose a ellos, no es la persona indicada. La persona indicada verá de inmediato, tal como el Jefe de Bomberos, que esta compañía de mentecatos debe irse, que su presencia es la ayuda más peligrosa que puede tener el incendio.
Tal como con asuntos de la mente, de la misma forma en la esfera religiosa. La historia frecuentemente es comparada con lo que los químicos llaman un proceso. La metáfora puede ser muy sugerente, sólo si se entiende correctamente. Los científicos hablan de un proceso de filtrado: el agua es filtrada, y en el proceso deposita sus ingredientes impuros. Es precisamente en el sentido opuesto que la historia es un proceso. La verdad es introducida - y con ello entra en el proceso de la historia. Pero desafortunadamente no resulta (como muchos creen ridículamente) en la purificación de la idea, la que nunca es tan pura como la forma primitiva. No, resulta, con empuje creciente, en una distorsión de la verdad, en hacerla desgastada, frívola, obtusa, aplicándole ingredientes impuros que no estaban en ella originalmente. Lo que sucede es lo exactamente opuesto al filtrado, hasta que al final, por la cooperación entusiasta y el consentimiento mutuo de una cantidad de generaciones sucesivas, se llega al punto donde la verdad es extinguida por completo y se abraza a su opuesto.
Cuando, finalmente, llega alguien a prender fuego a esta maleza que es asilo de toda tontería, toda ilusión y truco astuto, sin duda, encontrará allí ante él a una compañía de mentecatos - una multitud. Tal masa está conscientes de que las cosas están mal, y frecuentemente parlotean de qué terriblemente mal está todo. Pero si pensamos, aun si es por un sólo instante, que esta compañía será de ayuda, no somos el hombre indicado; la ley divina nos dejará ir al instante como incapaces. El indicado siempre ve con media mirada, como hace el Jefe de Bomberos. Se da cuenta que esta compañía bienintencionada que se ofrece a apagar un incendio con jarras y atomizadores, ayudaría también con una carga de fósforo. Sabe muy bien que no debe relacionarse en lo más mínimo con esta multitud, que debe ser tan duro con ellos como sea posible. Todo depende en deshacerse de esta multitud, pues todo lo que hacen con su simpatía de corazón es erradicar la verdadera seriedad de la causa.
Cuando es momento de la verdadera seriedad, la ley es: o esto o lo otro. Nada es más detestable y desagradable, tanto traicionero como cargado de una desmoralización más profunda que lo siguiente: de alguna manera querer una pequeña parte en aquello que debe ser o esto o lo otro, todo o nada, y luego con moderación bienintencionada lanzarse a ello, y con este cacareo pretender torcidamente que son mejores que aquellos que no tienen nada que ver con todo el asunto - pretender ser mejores, y por ello hacerlo todo más difícil para aquellos que realmente tienen una tarea que hacer.
El punto es este: si hubiera algún significado, si fuera permisible tomar el nombre de algo simplemente porque luchas en esa dirección, entonces al menos debes ser semejante a aquello por lo que luchas. Para poder esconder el hecho de que el Cristianismo simplemente no existe, decimos "Confieso que en el sentido más estricto, en el sentido del Nuevo Testamento, no soy Cristiano, pero estoy tratando." Decir esto, o teniendo cuidado de decirlo cada Domingo año tras año, o escucharse decirlo, uno concluye que uno no necesita hacer nada. Somos, después de todo, Cristianos.
Permíteme hacer una ilustración. Se habla mucho en estos días de una expedición hacia el Polo Norte, una tarea que involucra un esfuerzo y peligro extremos. Ahora supón que tuviéramos la idea de que ser parte de esta expedición tuviera un significado para nuestra salvación eterna. Y supongamos que el clero también se haya metido en el asunto y ahora nos venga a ayudar (¡por amor!). Está perfectamente claro que para poder ser parte de una expedición al Polo Norte una persona debe, primeramente (si vive en Europa) dejar Europa, su hogar. Y luego debe viajar un largo trecho hacia el norte antes de que pueda decirse que es una expedición al Polo Norte, que sólo puede asumirse con los peligros y el esfuerzo iniciales.
El clero haría uso de esto. Sabe, por supuesto, que serían pocos aquellos que realmente hicieran el peligroso y agotador viaje, un número insuficiente para darles una forma de vida a los múltiples pastores y sus familias. Consecuentemente, cambiarían los términos. Ahora sería cosa de cambiar "la expedición al Polo Norte" en "el esfuerzo en dirección a tal expedición al Polo Norte" y luego parlotear sobre esto a aquellos que paguen por escuchar. Logrando deludir a todos para que piensen que ellos, también, están luchando en dirección al Polo Norte, conseguirían así hacer a todos muy felices y, en el proceso, asegurar su propio sustento.
Es muy fácil de ver cómo se logra este engaño. Hay, por ejemplo, un hombre en Copenhague. Viaja en barco hasta Londres y de regreso con todo lujo y facilidades, "y" dice el pastor, "fue una expedición al Polo Norte. No, no llegó hasta el Polo Norte, pero trató." "Está perfectamente claro," expone el predicador, "que si vas a hacer una expedición al Polo Norte y vives en Copenhague, primero debes dejar Copenhague. Este hombre hizo esto. Por otra parte, de todas formas nadie ha llegado al Polo Norte. Aun aquellos que han ido tan lejos sólo han hecho un esfuerzo. Pero también este hombre. Viajar hasta Londres también es un esfuerzo." ¡Maravilloso, tremendamente popular! Y viajar a la ciudad en una tarde de domingo, dejando el hogar propio, también es un esfuerzo para descubrir el Polo Norte: por ello, ¡todos estamos luchando! Esta es la forma en que nos hemos convertido en Cristianos, ¡y además pagando a otros Cristianos!
También tenemos lo que uno podría llamar un inventario de iglesias, campanas, órganos, bancos, altares, púlpitos, relicarios y demás. Pero cuando el Cristianismo no existía, este inventario, lejos de ser una ventaja, era un peligro, porque puede dar lugar a una falsa impresión de que con ellos debemos tener Cristianismo también.
La ilusión de una nación Cristiana, de gente Cristiana, masas de Cristianos, es sin duda debida al poder que los números ejercen sobre nuestra imaginación. Y sin embargo cuántos pueden decir de sus conocidos Cristianos que sean verdaderamente Cristianos en el sentido del Nuevo Testamento, o que sus vidas estén más cerca de asemejarse a aquellas de los primeros discípulos. Pues cuando hay miles y miles que confiesan ser Cristianos, uno se confunde fácilmente. Quizá sí seamos Cristianos después de todo. ¿Por qué ser tan duro?
Esto me recuerda a la ridícula historia de un hostelero. Se dice que este hostelero vendía cerveza embotellada por un centavo menos de lo que le costaba. Cuando cierto hombre le dijo "¿Cómo te redondea eso la cuenta? Estás perdiendo dinero," aquel respondió, "No, mi amigo, es la enorme cantidad que vendo lo que cuenta."
Cuando hayas terminado de reírte de esta historia, harías bien en interiorizar la lección, que te previene del poder que los números ejercen sobre nuestra imaginación. Sin duda este hostelero sabía muy bien que una botella de cerveza de 3 centavos significaba una pérdida de 1 centavo, pues a él le había costado 4 centavos. Y, sin duda, sabía que vendiendo 10 botellas también implicaba una pérdida. ¡Pero 100,000 botellas! Aquí el gran número agita la imaginación. El hostelero se deslumbra. Es una ganancia, dice, por el gran número que ve. De la misma forma con cada cálculo que lleva cada nación Cristiana, y me atrevo a decir que cada iglesia, añadiendo unidades que no son Cristianas, ¡se impresionan con los resultados bajo la noción de que es el gran número el que cuenta!
Los números son la más peligrosa de las ilusiones. Tanto como el Cristianismo es espíritu, la honestidad de la eternidad, no hay nada de lo que su ojo detective sospeche tanto que de los estados Cristianos, las tierras Cristianas, los proyectos Cristianos, los movimientos Cristianos, la gente Cristiana y (¡qué maravilloso!) el mundo Cristiano. Aún si hay algo verdadero en esta forma de hablar de gente y culturas Cristianas, todo lo que este mundo ha visto hasta este punto de asuntos criminales es un mero cuento de dormir en comparación con este crimen.
Cristo requiere de seguidores y define precisamente lo que esto significa. Deben ser sal, estar dispuestos a ser sacrificados. Pero ser sal y sacrificio no es algo a lo que miles vayan naturalmente, menos aún millones, o (¡mucho menos aún!) países, reinos, estados y (¡para nada en lo absoluto!) el mundo entero. Por otra parte, si es una cuestión de tamaño, mediocridad y de mucha palabrería, entonces se da pie a la posibilidad; entonces traigan a los miles, auméntenlos a millones - no, vayan y hagan a todo el mundo Cristiano.
Solo el Nuevo Testamento, no los números, define lo que es el Cristianismo, dejando a la eternidad para juzgarnos. Es simplemente imposible definir la fe en base a lo que le gusta a la gente y a lo que prefieren llamar Cristianismo. Tan pronto como hacemos esto, el Cristianismo es automáticamente eliminado. Al final, solo hay dos formas de abrirnos: honesta y honorablemente admitir qué tan lejos estamos del Cristianismo del Nuevo Testamento, o llevar a cabo una serie de trucos que oculten la situación verdadera, trucos que conjuren una falsificación donde el Cristianismo sea la religión que prevalezca sobre la tierra.
Honestamente, el Cristianismo del Nuevo Testamento no existe. Si la raza humana se levantara en rebelión contra Dios y desechara el Cristianismo, no sería ni siquiera tan peligroso como esta astuta forma de hacer de todos Cristianos y darle a esta actividad la apariencia de tener celo por la verdad. Esto no es más que burlarse de Dios ofreciéndole gratitud por dar su bendición al progreso que el Cristianismo realiza.
Cuando uno predica el Cristianismo de tal forma que el eco responda: "Glorioso, profundo, brillante, articulado Cristiano, debes ser exaltado con gran alabanza," sabe que esto significa que esta predicación es una mentira. A pesar de que no es absolutamente cierto que aquel que camina con cadenas en sus pies es por ello un criminal (pues ha habido muchos casos donde los poderes que pueden condenar lo hacen con un hombre inocente), es eternamente cierto que quien por predicar el Cristianismo gana honor y prestigio es un mentiroso, un estafador, uno que en un punto u otro ha falsificado la verdad. Es simple: es imposible predicar el Cristianismo en verdad sin por ello sufrir en este mundo.
Cuando alguno predica el Cristianismo de tal forma que el eco responda "Está loco" o "Qué tontería", sabe que entonces hay elementos considerables de verdad en su predicación. Sin embargo, esto aún no es el Cristianismo del Nuevo Testamento. Puede haberle dado al clavo, pero no haber aplicado suficiente fuerza, especialmente no con la predicación de su vida.
Cuando uno predica el Cristianismo de forma tal que el eco responda, "Desháganse de este hombre, no merece vivir", sabe que este es el Cristianismo del Nuevo Testamento. La pena capital es la pena de predicar el Cristianismo tal como realmente es. ¿Acaso la vida de Cristo nos indica algo distinto? Odiarse a uno mismo para amar a Dios; odiar todo aquello en lo que consiste la propia vida, todo a lo que los seres humanos se atan. La pena capital es la pena de predicar el Cristianismo con el propio carácter. Predicar formas menores, atractivas a las relevantes, interesantes o controversiales, no es nada más que una falsificación religiosa.
El mérito de la "Cristiandad" es que el mundo se ha vuelto ahora tan tolerante, ha hecho tanto progreso, que la persecución ya no tiene lugar. No hay nada que perseguir. ¡Oh, sí, el Cristianismo es perfectible! ¡Y, oh, cómo responde el eco!
Por ello, pobre de aquel que predica el Cristianismo sin ninguna posibilidad de ofensa. ¡Pobre de la persona quien, suave, cortés, acomedida y convincentemente predica algo suave y dulce que supuestamente es Cristianismo! Pobre de la persona que hace razonables los milagros. Pobre de aquel que traiciona y rompe el misterio de la fe, lo distorsiona en sabiduría pública, ¡al quitarle la posibilidad de ofensa! Pobre de la persona que habla del misterio de la Redención sin detectar en él ninguna posibilidad de ofensa. Pobre de aquel que piensa que Dios y el Cristianismo son un tema de estudio y discusión. Pobre de aquel representante infiel que se sienta a escribir pruebas falsas, ganándose amigos para sí y para el Cristianismo desterrando las posibilidades de ofensa. Oh, el aprendizaje y la comprensión tan trágicamente desperdiciados. Oh, el tiempo perdido en este enorme trabajo de hacer al Cristianismo tan razonable, ¡y en tratar de hacerlo tan relevante!
Sólo cuando el Cristianismo se levanta nuevamente, poderoso en la posibilidad de ofensa, solo entonces no necesita defensores astutos. Sin embargo, mientras más hábil, más articulada y de mayor excelencia sea la defensa, más se desfigura, extingue, agota al Cristianismo como a un hombre castrado. El Cristianismo no debería ser defendido, al menos no en los términos del mundo. Somos nosotros los que debemos ver si podemos justificarnos a nosotros mismos. Somos nosotros los que elegimos: o ser ofendidos o aceptar el Cristianismo.
Por ello, quítale al Cristianismo la posibilidad de ofender o quítale al perdón del pecado la batalla de una conciencia angustiada. ¡Y entonces cierra las iglesias, mientras más pronto mejor, o conviértelas en centros de entretenimiento abiertas todo el día!
-¿Qué dice el Jefe de Bomberos?-
Cuando una persona se enferma repentinamente, los bien intencionados rápidamente llegan a prestar ayuda. El primero propone una cosa, el segundo otra. Sin embargo, si todos ellos tuvieran la oportunidad de opinar al mismo tiempo, sería inevitable la muerte del paciente. Tales opiniones bienintencionadas son, en sí mismas, peligrosas, pues tal barullo, tal presencia frenética impide el trabajo del terapeuta.Tal es el caso en un incendio. Ni bien es escuchado el grito de "¡Fuego!" antes de que una multitud se agolpe al lugar. Uno tiene una jarra, otra una olla, la tercera un atomizador. Todos son gente cordial, simpática y bien dispuesta a dar ayuda para apagar el fuego.
¿Pero qué dice el Jefe de Bomberos? El Jefe de Bomberos, aunque normalmente es una persona muy educada y cortés, dice, o más bien, grita, "¡Oh, al demonio con sus jarras y atomizadores!" Sí, el Jefe de Bomberos normalmente es una persona muy educada y cortés que sabe mostrarle a todos el debido respeto, pero en un incendio es muy diferente. Dice "¿Dónde demonios está la fuerza policíaca?" Y cuando algunos policías llegan, les dice "Desháganse de toda esta maldita gente con sus jarras y atomizadores. Y si no entienden con palabras, denles un bastonazo o dos, para librarnos de ellos y que podamos trabajar."
En un incendio la forma de ver las cosas no es la misma que todos los días. Es muy natural, pues un incendio es algo muy serio, y cuando pasan cosas realmente serias, las intenciones honestamente buenas nunca son suficientes. No, la seriedad aplica una ley enteramente distinta: o esto o lo otro. O eres alguien que, en este caso, puede hacer algo; o si no lo eres, entonces lo más importante que puedes hacer es quitarte del camino. De la misma forma que pasa en un incendio, igual es en asuntos de la mente. Cuando hay una causa para ser promovida, una labor a ser llevada a cabo, una idea a ser introducida, siempre podemos contar que cuando alguien llegue al lugar, encontrará una compañía genial de mentecatos quienes, en nombre de la seriedad, están reunidos desordenando cosas queriendo servir a la causa, promover la labor, introducir sus propias ideas. Como digo, cuando llegue la persona indicada encontrará las cosas así. Y el hecho de que sea la persona indicada puede determinarse precisamente por cómo entiende su relación con esta compañía de mentecatos. Si tiene la noción de que son ellos los que están allí para ayudar, y que debe fortalecerse uniéndose a ellos, no es la persona indicada. La persona indicada verá de inmediato, tal como el Jefe de Bomberos, que esta compañía de mentecatos debe irse, que su presencia es la ayuda más peligrosa que puede tener el incendio.
Tal como con asuntos de la mente, de la misma forma en la esfera religiosa. La historia frecuentemente es comparada con lo que los químicos llaman un proceso. La metáfora puede ser muy sugerente, sólo si se entiende correctamente. Los científicos hablan de un proceso de filtrado: el agua es filtrada, y en el proceso deposita sus ingredientes impuros. Es precisamente en el sentido opuesto que la historia es un proceso. La verdad es introducida - y con ello entra en el proceso de la historia. Pero desafortunadamente no resulta (como muchos creen ridículamente) en la purificación de la idea, la que nunca es tan pura como la forma primitiva. No, resulta, con empuje creciente, en una distorsión de la verdad, en hacerla desgastada, frívola, obtusa, aplicándole ingredientes impuros que no estaban en ella originalmente. Lo que sucede es lo exactamente opuesto al filtrado, hasta que al final, por la cooperación entusiasta y el consentimiento mutuo de una cantidad de generaciones sucesivas, se llega al punto donde la verdad es extinguida por completo y se abraza a su opuesto.
Cuando, finalmente, llega alguien a prender fuego a esta maleza que es asilo de toda tontería, toda ilusión y truco astuto, sin duda, encontrará allí ante él a una compañía de mentecatos - una multitud. Tal masa está conscientes de que las cosas están mal, y frecuentemente parlotean de qué terriblemente mal está todo. Pero si pensamos, aun si es por un sólo instante, que esta compañía será de ayuda, no somos el hombre indicado; la ley divina nos dejará ir al instante como incapaces. El indicado siempre ve con media mirada, como hace el Jefe de Bomberos. Se da cuenta que esta compañía bienintencionada que se ofrece a apagar un incendio con jarras y atomizadores, ayudaría también con una carga de fósforo. Sabe muy bien que no debe relacionarse en lo más mínimo con esta multitud, que debe ser tan duro con ellos como sea posible. Todo depende en deshacerse de esta multitud, pues todo lo que hacen con su simpatía de corazón es erradicar la verdadera seriedad de la causa.
Cuando es momento de la verdadera seriedad, la ley es: o esto o lo otro. Nada es más detestable y desagradable, tanto traicionero como cargado de una desmoralización más profunda que lo siguiente: de alguna manera querer una pequeña parte en aquello que debe ser o esto o lo otro, todo o nada, y luego con moderación bienintencionada lanzarse a ello, y con este cacareo pretender torcidamente que son mejores que aquellos que no tienen nada que ver con todo el asunto - pretender ser mejores, y por ello hacerlo todo más difícil para aquellos que realmente tienen una tarea que hacer.
-El Cristianismo no existe-
Imagina a alguien que aspirara a ser millonario pero apenas ha conseguido ganar tres dólares. ¿Se podría llamar a sí mismo millonario porque lo ha intentado, sería tan tonto para usar esta expresión? ¿No sería mejor para él - simplemente para mantenerlo despierto y alerta para su esfuerzo - que se dijera a sí mismo, "No soy millonario"? Hablándose así, ¿no estaría protegido de convertirse en un tonto?El punto es este: si hubiera algún significado, si fuera permisible tomar el nombre de algo simplemente porque luchas en esa dirección, entonces al menos debes ser semejante a aquello por lo que luchas. Para poder esconder el hecho de que el Cristianismo simplemente no existe, decimos "Confieso que en el sentido más estricto, en el sentido del Nuevo Testamento, no soy Cristiano, pero estoy tratando." Decir esto, o teniendo cuidado de decirlo cada Domingo año tras año, o escucharse decirlo, uno concluye que uno no necesita hacer nada. Somos, después de todo, Cristianos.
Permíteme hacer una ilustración. Se habla mucho en estos días de una expedición hacia el Polo Norte, una tarea que involucra un esfuerzo y peligro extremos. Ahora supón que tuviéramos la idea de que ser parte de esta expedición tuviera un significado para nuestra salvación eterna. Y supongamos que el clero también se haya metido en el asunto y ahora nos venga a ayudar (¡por amor!). Está perfectamente claro que para poder ser parte de una expedición al Polo Norte una persona debe, primeramente (si vive en Europa) dejar Europa, su hogar. Y luego debe viajar un largo trecho hacia el norte antes de que pueda decirse que es una expedición al Polo Norte, que sólo puede asumirse con los peligros y el esfuerzo iniciales.
El clero haría uso de esto. Sabe, por supuesto, que serían pocos aquellos que realmente hicieran el peligroso y agotador viaje, un número insuficiente para darles una forma de vida a los múltiples pastores y sus familias. Consecuentemente, cambiarían los términos. Ahora sería cosa de cambiar "la expedición al Polo Norte" en "el esfuerzo en dirección a tal expedición al Polo Norte" y luego parlotear sobre esto a aquellos que paguen por escuchar. Logrando deludir a todos para que piensen que ellos, también, están luchando en dirección al Polo Norte, conseguirían así hacer a todos muy felices y, en el proceso, asegurar su propio sustento.
Es muy fácil de ver cómo se logra este engaño. Hay, por ejemplo, un hombre en Copenhague. Viaja en barco hasta Londres y de regreso con todo lujo y facilidades, "y" dice el pastor, "fue una expedición al Polo Norte. No, no llegó hasta el Polo Norte, pero trató." "Está perfectamente claro," expone el predicador, "que si vas a hacer una expedición al Polo Norte y vives en Copenhague, primero debes dejar Copenhague. Este hombre hizo esto. Por otra parte, de todas formas nadie ha llegado al Polo Norte. Aun aquellos que han ido tan lejos sólo han hecho un esfuerzo. Pero también este hombre. Viajar hasta Londres también es un esfuerzo." ¡Maravilloso, tremendamente popular! Y viajar a la ciudad en una tarde de domingo, dejando el hogar propio, también es un esfuerzo para descubrir el Polo Norte: por ello, ¡todos estamos luchando! Esta es la forma en que nos hemos convertido en Cristianos, ¡y además pagando a otros Cristianos!
-Qué locura-
Ahora tenemos, a diferencia del Cristianismo original, una serie completa de obispos, decanos y pastores; clero educado, con títulos y todo, talentosos, dotados, humanamente bien intencionados. Todos ellos predican con tremenda confianza - haciéndolo bien, muy bien, estupendamente bien, tolerablemente bien, o mal - pero ninguno de ellos vive con el carácter del Cristianismo del Nuevo Testamento. Este gran grupo de personajes consiguen solo una cosa: dan la falsa impresión de que porque tenemos un grupo tan completo debemos entonces tener Cristianismo también.También tenemos lo que uno podría llamar un inventario de iglesias, campanas, órganos, bancos, altares, púlpitos, relicarios y demás. Pero cuando el Cristianismo no existía, este inventario, lejos de ser una ventaja, era un peligro, porque puede dar lugar a una falsa impresión de que con ellos debemos tener Cristianismo también.
La ilusión de una nación Cristiana, de gente Cristiana, masas de Cristianos, es sin duda debida al poder que los números ejercen sobre nuestra imaginación. Y sin embargo cuántos pueden decir de sus conocidos Cristianos que sean verdaderamente Cristianos en el sentido del Nuevo Testamento, o que sus vidas estén más cerca de asemejarse a aquellas de los primeros discípulos. Pues cuando hay miles y miles que confiesan ser Cristianos, uno se confunde fácilmente. Quizá sí seamos Cristianos después de todo. ¿Por qué ser tan duro?
Esto me recuerda a la ridícula historia de un hostelero. Se dice que este hostelero vendía cerveza embotellada por un centavo menos de lo que le costaba. Cuando cierto hombre le dijo "¿Cómo te redondea eso la cuenta? Estás perdiendo dinero," aquel respondió, "No, mi amigo, es la enorme cantidad que vendo lo que cuenta."
Cuando hayas terminado de reírte de esta historia, harías bien en interiorizar la lección, que te previene del poder que los números ejercen sobre nuestra imaginación. Sin duda este hostelero sabía muy bien que una botella de cerveza de 3 centavos significaba una pérdida de 1 centavo, pues a él le había costado 4 centavos. Y, sin duda, sabía que vendiendo 10 botellas también implicaba una pérdida. ¡Pero 100,000 botellas! Aquí el gran número agita la imaginación. El hostelero se deslumbra. Es una ganancia, dice, por el gran número que ve. De la misma forma con cada cálculo que lleva cada nación Cristiana, y me atrevo a decir que cada iglesia, añadiendo unidades que no son Cristianas, ¡se impresionan con los resultados bajo la noción de que es el gran número el que cuenta!
Los números son la más peligrosa de las ilusiones. Tanto como el Cristianismo es espíritu, la honestidad de la eternidad, no hay nada de lo que su ojo detective sospeche tanto que de los estados Cristianos, las tierras Cristianas, los proyectos Cristianos, los movimientos Cristianos, la gente Cristiana y (¡qué maravilloso!) el mundo Cristiano. Aún si hay algo verdadero en esta forma de hablar de gente y culturas Cristianas, todo lo que este mundo ha visto hasta este punto de asuntos criminales es un mero cuento de dormir en comparación con este crimen.
Cristo requiere de seguidores y define precisamente lo que esto significa. Deben ser sal, estar dispuestos a ser sacrificados. Pero ser sal y sacrificio no es algo a lo que miles vayan naturalmente, menos aún millones, o (¡mucho menos aún!) países, reinos, estados y (¡para nada en lo absoluto!) el mundo entero. Por otra parte, si es una cuestión de tamaño, mediocridad y de mucha palabrería, entonces se da pie a la posibilidad; entonces traigan a los miles, auméntenlos a millones - no, vayan y hagan a todo el mundo Cristiano.
Solo el Nuevo Testamento, no los números, define lo que es el Cristianismo, dejando a la eternidad para juzgarnos. Es simplemente imposible definir la fe en base a lo que le gusta a la gente y a lo que prefieren llamar Cristianismo. Tan pronto como hacemos esto, el Cristianismo es automáticamente eliminado. Al final, solo hay dos formas de abrirnos: honesta y honorablemente admitir qué tan lejos estamos del Cristianismo del Nuevo Testamento, o llevar a cabo una serie de trucos que oculten la situación verdadera, trucos que conjuren una falsificación donde el Cristianismo sea la religión que prevalezca sobre la tierra.
Honestamente, el Cristianismo del Nuevo Testamento no existe. Si la raza humana se levantara en rebelión contra Dios y desechara el Cristianismo, no sería ni siquiera tan peligroso como esta astuta forma de hacer de todos Cristianos y darle a esta actividad la apariencia de tener celo por la verdad. Esto no es más que burlarse de Dios ofreciéndole gratitud por dar su bendición al progreso que el Cristianismo realiza.
-El eco responde-
Interminables volúmenes se han escrito para mostrar cómo debe uno reconocer lo que es el verdadero Cristianismo. Esto se puede hacer de una forma mucho más simple. La naturaleza es acústica. Escucha lo que responde el eco, y sabrás de inmediato qué es qué.Cuando uno predica el Cristianismo de tal forma que el eco responda: "Glorioso, profundo, brillante, articulado Cristiano, debes ser exaltado con gran alabanza," sabe que esto significa que esta predicación es una mentira. A pesar de que no es absolutamente cierto que aquel que camina con cadenas en sus pies es por ello un criminal (pues ha habido muchos casos donde los poderes que pueden condenar lo hacen con un hombre inocente), es eternamente cierto que quien por predicar el Cristianismo gana honor y prestigio es un mentiroso, un estafador, uno que en un punto u otro ha falsificado la verdad. Es simple: es imposible predicar el Cristianismo en verdad sin por ello sufrir en este mundo.
Cuando alguno predica el Cristianismo de tal forma que el eco responda "Está loco" o "Qué tontería", sabe que entonces hay elementos considerables de verdad en su predicación. Sin embargo, esto aún no es el Cristianismo del Nuevo Testamento. Puede haberle dado al clavo, pero no haber aplicado suficiente fuerza, especialmente no con la predicación de su vida.
Cuando uno predica el Cristianismo de forma tal que el eco responda, "Desháganse de este hombre, no merece vivir", sabe que este es el Cristianismo del Nuevo Testamento. La pena capital es la pena de predicar el Cristianismo tal como realmente es. ¿Acaso la vida de Cristo nos indica algo distinto? Odiarse a uno mismo para amar a Dios; odiar todo aquello en lo que consiste la propia vida, todo a lo que los seres humanos se atan. La pena capital es la pena de predicar el Cristianismo con el propio carácter. Predicar formas menores, atractivas a las relevantes, interesantes o controversiales, no es nada más que una falsificación religiosa.
El mérito de la "Cristiandad" es que el mundo se ha vuelto ahora tan tolerante, ha hecho tanto progreso, que la persecución ya no tiene lugar. No hay nada que perseguir. ¡Oh, sí, el Cristianismo es perfectible! ¡Y, oh, cómo responde el eco!
-El Recaudador de Impuestos-
En el evangelio de Lucas leemos: "Pero el recaudador de
impuestos, de pie y a cierta distancia, no quería ni siquiera alzar los ojos al
cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘Dios, ten piedad de mí,
pecador." (Lucas. 18:13). El
recaudador de impuestos se quedó de pie a cierta distancia. ¿Qué quiere decir
esto? Significa estar de pie por uno mismo, solo consigo ante Dios. Solamente
cuando estas literalmente solo con Dios descubres a qué distancia te
encuentras. Oh, aun cuando no seas tan pecador como el recaudador de impuestos,
cuando estás a solas contigo ante Dios, también estás a distancia de lo demás.
Y así es como debería ser. Pues tan pronto como hay alguien entre Dios y tú,
eres fácilmente engañado, como si no estuvieras tanta distancia. También es
fácil usar medidas engañosas, las medidas de la comparación humana. Es como si
pensaras que puedes medir a qué distancia estás, lo que, por supuesto, nunca es
demasiado lejos.
Pero el Fariseo también "quedó de pie consigo
mismo". ¿No estaba también a cierta distancia? Sí, pero el Evangelio dice
que oraba para sí y agradecía a Dios "porque no era como los demás
hombres." No estaba de pie por sí mismo, pues cuando tenemos a otros a la
vista, no estamos de pie por nosotros mismos. El orgullo del Fariseo consistía
tan solo en esto - que orgullosamente usaba a otros para medir su distancia. Se
afianzaba firmemente a este pensamiento, para poder estar de pie por sí mismo en
contraste con el resto. Pero esto no es estar realmente de pie por uno mismo,
mucho menos estar de pie por uno mismo ante Dios.
El Fariseo ora para sí, el recaudador de impuestos queda a
cierta distancia - y sin embargo, el Fariseo veía al recaudador de impuestos,
pero el recaudador de impuestos no veía al Fariseo. Cuando el Fariseo se fue a
casa, sabía muy bien que este recaudador de impuestos había estado en la
iglesia, pero este recaudador de impuestos no sabía que el Fariseo había estado
en la iglesia. Orgullosamente el Fariseo encontraba la satisfacción al ver al
recaudador de impuestos; humildemente el recaudador de impuestos no veía a
ninguna otra persona. Con los ojos bajos y vuelto hacia su interior estaba en
verdad ante Dios
Y así, el recaudador de impuestos "descendió a su casa
justificado". Respecto a este recaudador de impuestos, las Escrituras
dicen de todos los recaudadores y pecadores, que se acercan a Cristo - tan solo
con estar de pie a cierta distancia se acercan más a él (mientras que los
Fariseos con su insolencia presuntuosa están lejos, sí, muy lejos). Así se
invierte la imagen. Comienza con el Fariseo estando cerca, el recaudador a
cierta distancia; termina con el Fariseo estando lejos, el recaudador cerca. El
recaudador se fue a su casa justificado. Pues ha bajado sus ojos; pero tales
ojos ven a Dios, y viendo a Dios su corazón es elevado.
-El Evangelio de los Pobres-
Cristo no estaba haciendo una observación histórica cuando
declaró: El evangelio es predicado a los pobres. Lo que se resalta es el
evangelio, que el evangelio es para los pobres. Aquí la palabra
"pobre" no quiere decir simplemente la pobreza sino incluye a todos
los que sufren, y son desafortunados, torcidos, maltratados, oprimidos,
mutilados, torpes, leprosos, demoníacos. El evangelio es predicado a ellos, es
decir, el evangelio es para ellos. El evangelio es la buena noticia para ellos.
¿Qué buena noticia? No: dinero, salud, estatus, y demás - no, esto no es el
Cristianismo.
No, la buena noticia es el evangelio para los pobres porque
ser desafortunado en este mundo (de tal forma que a uno lo abandone la simpatía
humana, y la euforia mundana por la vida incluso trate cruelmente de convertir
la propia desgracia en culpa) es una señal de la cercanía de Dios. De tal forma
era originalmente; éste es el evangelio del Nuevo Testamento. Es predicado
"a los pobres", y es predicado a aquellos pobres quienes, si no
sufrieran en otros aspectos, eventualmente sufrirían al proclamar el evangelio;
pues sufrir es inseparable de seguir a Cristo, de decir la verdad.
Pero pronto vino un cambio. Cuando predicar el evangelio se
convirtió en una forma de vida, incluso una rica forma de vida, entonces el
evangelio se volvió la buena noticia para los ricos y los poderosos. ¿Pues cómo
más adquiere y asegura el predicador su rango y dignidad a menos que el
Cristianismo asegure a los mejores de todos? Así el Cristianismo dejó de ser
una noticia gozosa para aquellos que sufren, un mensaje de esperanza que
transfigura el sufrimiento en gozo, y se convirtió en una garantía para el
disfrute de la vida intensificado y asegurado por la esperanza de la eternidad.
El evangelio ya no beneficia a los pobres esencialmente. De
hecho, el Cristianismo se ha vuelto decididamente injusticia para aquellos que
sufren (aunque no siempre seamos conscientes de esto, ciertamente estamos
dispuestos a admitirlo). Hoy el evangelio es predicado a los ricos, los
poderosos, quienes han descubierto que les es ventajoso. ¡Hemos llegado
nuevamente al mismo estado al que el Cristianismo original buscaba oponerse!
Los ricos y poderosos no solo se quedan con todo, sino su éxito se vuelve la
marca de su piedad, el signo de su relación con Dios. Y esto trae consigo la
vieja atrocidad nuevamente - es decir, la idea de que los desafortunados, los
pobres son culpables de su condición; que es porque no son suficientemente
piadosos, por no ser suficientemente Cristianos, que son pobres, mientras que
los ricos no solo tienen placer, sino piedad también. Esto se supone que es el
Cristianismo. Compáralo con el Nuevo Testamento, y verás que esto está tan
alejado de él como es posible.
-Como se relaciona Dios inversamente-
La ley de la cercanía y lejanía de Dios funciona de la
siguiente manera: Mientras más indiquen las externalidades, las apariencias,
que no es posible que Dios esté allí, más cerca está. Lo opuesto es también
verdad: mientras más indiquen las externalidades, las apariencias, que Dios
está muy cerca, más lejos se encuentra. Considera el primer caso, y
especialmente piensa en Cristo. En cualquier momento en que parecía que este
hombre no podía ser un hombre de Dios, la gente se rehusó a reconocerlo
siquiera como hombre. Pero fue entonces que la actualidad de Dios estaba más
presente. Ahora considera la ley de la lejanía de Dios (y la historia de esto
es la historia de la Cristiandad). Es como sigue: Todo lo que fortalece la
apariencia de que Dios está presente (en el sentido mundano), separa de Dios.
En los tiempos en que no había iglesias y los Cristianos se
reunían en catacumbas como refugiados contrarios a la ley, Dios estaba cerca.
Luego vinieron las iglesias, tantas iglesias, tan enormes, espléndidas iglesias
y en el mismo grado Dios se distanció. Pues la cercanía de Dios es inversamente
relacionada con las externalidades, y esta escala ascendente (iglesias, muchas
iglesias, espléndidas iglesias) es un aumento en la esfera de la apariencia.
Antes de que el Cristianismo se convirtiera en doctrina, cuando era solo una o
dos afirmaciones expresadas en la vida propia, Dios estaba más cerca. Y con
cada incremento y embellecimiento de la doctrina, con cada aumento en el
"éxito", Dios se distanció. Cuando no había clero y los Cristianos
eran todos hermanos, Dios estaba más cerca que cuando los clérigos, los
múltiples clérigos, la poderosa orden eclesiástica, comenzó a existir. Pues los
clérigos son un aumento en apariencia, y Dios siempre se relaciona inversamente
con las apariencias externas.
Así es como la Cristiandad se ha alejado paso a paso de
Dios. La historia del Cristianismo es una de alienación de Dios a través del
fortalecimiento gradual de la apariencia. O se podría decir que la historia del
Cristianismo es una de removerse gradualmente de Dios - cortésmente y con
tacto, construyendo iglesias y construcciones monumentales, por medio de un
sistema doctrinal monstruoso, con una incalculable colección de predicadores y
profesores. El Cristianismo establecido está tan lejos de Dios como uno puede
estar.
Ahora, si digo esto a alguien, seguramente me comentará,
"Es verdad, algo debe hacerse, pero el problema es que hay muy pocos
pastores en proporción con la población. Consigamos mil más (Excelente - ¡para
poder alejarnos más de Dios!), y una cantidad mayor de iglesias (Excelente,
¡para poder alejarnos más de Dios!), y una alianza permanente de pastores y
profesores para hacer la doctrina estrictamente correcta (Excelente, ¡para alejarnos
más de Dios!)."
¡No, no, no! Si realmente hablas en serio de acercarte a
Dios, entonces toma a toda este sistema establecido de Cristianismo con su
pandilla mentirosa de predicadores y profesores, estos expertos Cristianos que
en masa proveen un excelente comentario a cada pasaje de la Biblia y entrégalos
al diablo y a la muerte. Busca primero el reino de Dios. La ley Cristiana para
la acción es simple: Atrévete a actuar de acuerdo a la verdad y al mismo tiempo
a través de esta acción chocarás con el mundo circundante. Tu acción será tal
que descubrirás las colisiones con lo esencialmente Cristiano. De ninguna otra
manera puede uno entrar en una situación donde la fe pueda existir. Atrévete
justo en el medio de la actualidad. Arriésgate - y entonces Dios vendrá
verdaderamente. Pero ahora Dios está sentado y observa para ver si hay uno solo
que se atreva.
Cada ser humano es capaz de atreverse, y Dios está muy dispuesto
a involucrarse con absolutamente todo ser humano que se atreva. Él es amor
infinito, pero también es majestad. Y es un conocedor; con su terrible mirada
aguda es capaz de ver si una persona quiere explotarlo o se está atreviendo.
¿Pero dónde hay uno que verdaderamente se atreva? Oh sí, hay ministros y
profesores y trabajadores de la iglesia por millares que sacan ganancia, que
están dispuestos a atreverse un poco mientras puedan contar con el incremento
proporcional en su ingreso. Pero dónde está la persona que realmente se atreva,
que confiando en Dios y en el poder de Dios, realmente se atreva a relacionarse
inversamente a la apariencia - algo que los Cristianos no parecen aceptar, de
hecho, no pueden tolerar.
No, la Cristiandad primero construiría iglesias grandes,
espaciosas para Dios, presumiblemente para que él (y nosotros) realmente
tengamos suficiente espacio. Pero en realidad aún el espacio más pequeño es
demasiado grande para Dios. Una sola, pobre, abandona, simple persona, que
confiando en Dios, se atreva, arriesgue - allí está Dios presente y lo hace,
humanamente, o paradójicamente hablando, menos infeliz. Esto es lo que Dios
debe hacer antes de que él pueda estar allí - a tal grado Dios se relaciona
negativamente con lo externo. Pero preferimos construir grandes edificios para
él, y cientos, sí, miles de profesionales de la iglesia se reúnen en una enorme
institución, convencidos de que cuando tan colosal cuerpo es reunido y se
sientan juntos con un costo increíble, Dios está presente, que está más cerca
de allí, que su causa será así promovida. No, Dios se relaciona inversamente
con la muestra superficial de las externalidades.
-Clero encubierto-
S: Dígame, Predicador. ¿Qué, en nombre del mundo, hace con
su entorno?
P: No, primero lo primero. Una copa de licor para abrir el
apetito y el corazón. (Bebe el licor.) Bueno, para ser breve, estoy aquí en
nombre de la Sociedad de la Abnegación.
S: Ah, ahora veo porque ha tomado una copa de licor, pues si
no me hubiera pedido una, yo ciertamente no hubiera sido capaz de ofrecerle una
copa de licor.
P: Por favor, no me malinterprete. Por ningún motivo
pertenezco a la Sociedad de la Abnegación. ¡Todo menos eso! Beberé una segunda
copa en honor a la Sociedad de la Abnegación. Siempre bebo una segunda copa en
honor a la Sociedad de la Abnegación. (Chocan sus copas, ambos beben y dicen:
¡Larga vida a la Sociedad de la Abnegación!) Ahora, al asunto que nos ocupa.
Vera usted, es bien sabido que poseo una extraordinaria habilidad oratoria. La
Sociedad de la Abnegación se ha dado cuenta de mis talentos y en el mejor
interés de la Sociedad se ha decidido no dejar que se desperdicien. Para
exponerlo brevemente, he sido llamado e instaurado como "Pastor" de
la Sociedad de la Abnegación. Se entiende que no me suscribo completamente a
los objetivos explícitos de la Sociedad de la Abnegación. Sin embargo, la
Directiva de la Sociedad de la Abnegación es de la opinión de que "¿Qué
importa si el pastor bebe una copa de licor o dos? ¿Qué importa si usando sus
dones es capaz de ganar grandes cantidades de miembros para la Sociedad?"
S: La Sociedad está en lo cierto. Aún el más estricto
abstemio sabe que cada copa de licor para el pastor está bien invertida,
presuponiendo que usted consiga miembros para la Sociedad.
P: Así que está usted de acuerdo. Yo, por supuesto, estoy
completamente convencido que es correcto, y si no lo hubiera hecho ya bebería
otra copa de licor en honor a la Sociedad de la Abnegación. Para continuar con
mi historia, he hecho el acuerdo con la Sociedad, cuya actividad involucra una
dieta, que yo tendré mi dieta: cuatro copas de licor cada día, dos vasos de
ponche, y un vaso extra por cada uno que se enliste como miembro. Todo va a
cuenta de gastos. Tal como creo que están satisfechos conmigo, igual estoy
satisfecho con esto. Realmente no quiero hacer ninguna alteración o marcharme.
Incluso lamento el pensamiento de dejar una congregación a la que amo y estimo
y que me ama y estima a su vez.
S: Se ha convertido en "pastor" y alguien de
influencia en este mundo. Quizá pueda decirme una cosa más. Siempre me he
imaginado como pastor. Debe ser fácil predicar lo exactamente opuesto a lo que
hace - después de todo, ciertamente no siente lo que dice.
P: ¿Por qué dice eso? Le puedo asegurar - y cada uno de mis múltiples escuchas puede
testificarlo - que algunas veces me conmuevo tanto que apenas puedo hablar. En
primer lugar, pienso en los cuatro licores, los dos vasos de ponche, el vaso
extra, y también el hecho de que soy exitoso en este mundo y tengo un buen sustento
-¡no es eso conmovedor! En segundo lugar, pienso en mi actividad útil y
benéfica. Mientras estoy allí hablando veo a las personas a quienes hablo y
puedo leer sus ojos: allí está uno que tan ciertamente como que mi nombre es
Pastor H. saldrá de esta reunión y se enlistará como miembro. Puedo emocionarme
tanto por esto que a veces empiezo a llorar, y esto tiene un efecto tan
poderoso que puedo ver en el rostro de mi prójimo que hará lo mismo. Ahora, si
esto no es conmovedor entonces no sé qué lo es. Si yo fuera un santo, ¿cree que
podría producir tal efecto? La gente perdería el interés rápidamente, ¿no es
cierto?
S: Quizá. ¿Pero no es falso llamarse a sí mismo pastor?
P: Para nada. Si una persona puede proclamar la enseñanza de
que no debemos aspirar al honor, estima, riqueza terrenas - si una persona
puede proclamar esto de tal forma que convenza a las personas a vivir su vida
de acuerdo a esto, ¿hace alguna diferencia que haga lo exactamente opuesto? ¿O
no es mejor prueba de su extraordinario talento oratorio, de ser verdaderamente
un gran orador, el hecho de que no hace exactamente lo que predica y aun así
tiene una gran influencia?
S: ¿Pero no sucede que la gente se queja de que no es usted
un miembro? ¿No le reprochan p ello?
P: Sí, claro, pero yo no hago caso. Lo explico como un
conflicto de personalidades, de estilo. Después de todo, es mi trabajo
predicar, y uno debe apegarse al tema que yo enseño. Eso los aniquila.
Es verdad que nosotros Protestantes tomamos grandes
esfuerzos para que cada persona tenga la Biblia - incluso en su propio
lenguaje. ¡Ah, pero que esfuerzos tomamos para dar la impresión de que solo
puede ser entendida a través del academismo Cristiano! Esta es nuestra
situación actual. Lo que he tratado de mostrar aquí puede ser dicho fácilmente:
He querido que la gente se dé cuenta y admita que encontrar el Nuevo Testamento
es muy fácil de entender, pero hasta ahora he encontrado tremendamente difícil
actuar literalmente de acuerdo a lo que dice evidentemente. Quizá pueda tomar otra
dirección e inventar un nuevo tipo de academismo, presentar otro comentario
más, pero estoy mucho más satisfecho con lo que he hecho - una confesión de mí
mismo.
-Primero el Reino de Dios-
El candidato teológico Ludvig From está buscando. Y cuando
uno escucha que un candidato "teológico" está buscando, no se
necesita tener una imaginación especialmente vívida para entender qué busca.
¡Desde luego es el reino de Dios, el cual uno debe buscar primero! No, no es
eso después de todo. Lo que busca es una forma de vida. Primero debe estar
debidamente instruido. Debe ir a la universidad. Con eso es un candidato
teológico. Y uno quizá supondría que después de que haya aprobado todos sus
exámenes, estará finalmente preparado para trabajar por el Cristianismo. Pero
no, primero debe ir al seminario, y cuando haya terminado con eso habrán pasado
ocho años durante los cuales no se cuestionó si era capaz de buscar.
Ahora hemos llegado al comienzo de la novela. Ocho años han
pasado, y Ludvig From busca una posición. Manda su currículum. Llena una
solicitud tras otra. Se entrevista con esta y aquella congregación. Se
recomienda a sí mismo ante la jerarquía ministerial. Ahora está enteramente al
servicio del Absoluto. Así pasan los años. Y así nuestro candidato teológico
realmente necesita un descanso. Necesita ser cuidado un poco por su futura
esposa, pero para ello primero necesita estar comprometido.
Finalmente, la hora de su "redención" llega. Con
el poder de la convicción es capaz de "dar testimonio" ante su
congregación de que en el Cristianismo está la salvación y la redención -
consigue ser pastor.
¿Y qué sucede? Descubre que su salario es 150 dólares al mes
menos de lo que esperaba. Se acabó el juego. El desafortunado está al borde de
la desesperación. No es tal como lo esperaba. Sin embargo, continúa y mantiene
su vocación. Es ordenado, y llega el Domingo cuando es oficialmente presentado
ante la congregación. En un instante de genialidad, el Decano elige para su
texto estas palabras del Apóstol Pedro: "Y he aquí que hemos dejado todo
para seguirte." Y entonces explica a la congregación que en tiempos como
los nuestros debe haber hombres como Ludvig que sean conocedores de la Palabra
de Dios, y en esta conexión recomienda a este joven - a pesar del hecho que él
echa de menos esos 150 dólares.
El propio Ludvig sube al púlpito, y extrañamente, la lectura
del Evangelio del día es "Busca primero el reino de Dios." Da su
sermón con todo lo que tiene. "Un muy buen sermón," dice el Obispo,
quien estaba presente, "un muy buen sermón en verdad, y ha producido el
efecto apropiado - esa parte de buscar primero el reino de Dios y la forma en
que has dado énfasis a la palabra primero." Quizá tendrías la idea de
preguntarle al Obispo, "¿Pero no le parece que en esta instancia debe
haber una correspondencia entre el discurso y la vida? A mi parecer da una
impresión casi satírica esta palabra primero. "¡Qué absurdo!" replica
el Obispo, "Se ha llamado a Ludvig para que predique la doctrina, la
doctrina tal cual y sin adulterar de buscar primero el reino de Dios, y esto lo
ha hecho muy bien." ¡Qué terrible burla!
Quienquiera que seas, piensa tan solo en esta palabra de
Dios, "Primero el reino de Dios." Y luego reflexiona en esta pequeña
novela, que es trágicamente real. Pronto verás que todo este negocio del
Cristianismo es un pantano de falsedad e ilusión. Es algo tan falto de
regeneración que lo único que puede ser dicho de él es que al rehusarse de
participar en la predicación pública "Primero el Reino de Dios," de
Dios tal como es ahora, tienes un pecado menos, y uno muy grande: no tomas
parte en tratar a Dios como un tonto.
La Palabra de Dios dice, "busca primero el reino de
Dios." Nosotros, sin embargo, preferimos leerlo como, "primero todo
lo demás, al final el reino de Dios." Y hacemos esto bajo la apariencia de
piedad religiosa. Solo hasta que la vida terrena es asegurada primero, entonces
uno debe convertirse en ministro o Cristiano. Toda la profesión del clero (sin
mencionar al resto de nosotros buenos Cristianos) es una práctica constante de
esto: primero lo terreno y luego el reino de Dios, primero tomar en cuenta lo
que el miedo del hombre manda o prohíbe y luego el reino de Dios, primero un
sustento y luego una oración funeraria, primero un salario y luego un sermón de
bodas, primero una pensión y luego visitaré a los enfermos, primero el dinero y
luego la virtud. Y el reino de Dios se vuelve algo tan último que no llega en
lo absoluto. Todo se queda en asegurar un sustento - el único caso donde no se
necesita "seguir adelante."
No hay nada que desagrade más a Dios que tomar parte en todo
este Cristianismo "religioso" clamando que esto es adorar a Dios. Si
crees, como seguramente lo haces, que robar, asaltar, cometer adulterio y
calumniar desagrada a Dios, entonces el Cristianismo oficial y su adoración son
mucho más abominables para él. Nuevamente, mi deber es exclamar,
"Quienquiera que seas, cualquier cosa que hagas en otros aspectos de tu
vida, al negarte en tomar parte en esta adoración pública de Dios tal como es
ahora, tienes un pecado menos, y uno grande." Has sido advertido.
-Ortodoxia infantil-
El Cristianismo que usualmente se le recita a un niño no es
en realidad Cristianismo sino una mitología idílica. Es la idea de infantilismo
elevado a la segunda potencia. Y, tristemente, la amorosa comprensión del niño
sobre lo que es esencialmente Cristiano frecuentemente transforma el amor de
los padres en piedad que, sin embargo, no es verdadero Cristianismo.
Un Cristianismo basado en la piedad de un niño no es la espiritualidad
de un discípulo. Esto hace que todo se revuelva - como si la madre quisiera
alimentarse con la leche que la naturaleza ha dado para el niño. Si esta es
toda la religiosidad de los padres, entonces les falta la fe verdadera. Esta
piedad "infantil", que tan frecuentemente alabamos, y esta
bienaventuranza son hermosas y amorosas, pero no son Cristianismo en realidad.
Es el Cristianismo como medio para una fantasía idílica. Es un Cristianismo del
que se ha quitado la cruz. Es una visión sentimental de la fe que olvida que la
llamada de Cristo provoca la conciencia del pecado.
Veamos con más cuidado lo que Cristo dice realmente respecto
a los niños: "Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque
de los que son como éstos es el Reino de los Cielos." (Mateo. 19:14). Todo el capítulo habla
de la dificultad de entrar al reino de los cielos, y las expresiones son tan
fuertes como es posible. "Hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos
por el Reino de los Cielos." "Es más fácil que un camello entre por
el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos."
No es de sorprender que los discípulos se aterren tanto que exclamen:
"Entonces, ¿quién se podrá salvar?" Después que Cristo le responde a
sus discípulos, habla entonces de la recompensa que espera a aquellos que han
dejado sus casas y sus hermanos o hermanas o padre o madre o esposa o hijos o
tierras en favor de su nombre. Todas estas enseñanzas son expresiones afiladas
mostrando las colisiones en las que un Cristiano puede y será probado.
Consecuentemente, Cristo hace el entrar al reino de Dios tan difícil como sea
posible. Pero si entrar a este reino se supone que sea sobre el candor y la
inocencia de ser un niño pequeño, propiamente un angelito, ¿entonces qué quiere
decir esto en la presencia de los apóstoles que fueron llamados a cargar su
cruz y a seguirle?
Una visión infantil del Cristianismo es ridícula. Si la
afirmación de ser un niño debe ser entendida literalmente, entones es una
tontería predicar la cruz de Cristo a los adultos. Sin embargo, esta forma de
Cristianismo es defendida por los pensadores ortodoxos. Un Cristianismo
infantil, que en un niño es candoroso, en un adulto es pueril. Una fe como esa
confunde todo. Si un niño pequeño (entendido literalmente) provee la definición
de lo que es el Cristianismo, entonces no hay terror; deja de ser una ofensa,
como dice el apóstol Pablo, a los Judíos y una tontería para los Griegos.
Cuando se le dice a un niño sobre Cristo éste naturalmente
se apropia de todo lo que es gentil, amable y celestial. Vive junto con el
pequeño niño Jesús, con los ángeles y con los tres reyes magos. Ve la estrella
en la noche oscura, se aventura en el largo camino, y está ahora en el pesebre,
maravilla sobre maravilla, y siempre ve los cielos abiertos. Con toda la
interiorización de su imaginación anhela estas imágenes. ¡Y no olvidemos todos
los dulces y cosas magníficas que vienen junto con tal religiosidad! Cristo se
vuelve el pequeño niño divino, o para los niños un poco mayores, una figura
amistosa con rostro amable. La concepción infantil de Cristo es esencialmente
una percepción fantástica.
Respecto a ser Cristiano, entonces, la niñez no es la edad
verdadera. Al contrario, la edad adulta - en su más verdadero sentido - es el
tiempo cuando se decide si una persona será Cristiana o no. Convertirse en
Cristiano es una decisión que pertenece a una edad posterior. La receptividad
del niño es tan enteramente falta de decisión que no sorprende que la gente
diga: A un niño se le puede hacer creer cualquier cosa. Esto es porque así es.
No quiere decir esto que debemos obligar rigurosamente a un niño a las
cualidades decisivamente Cristianas. ¡Para nada! Si esto sucede, tal niño
sufrirá en gran medida. Tal crianza o le arrojará inmediatamente a la desesperación
y la ansiedad o más adelante a la ansiedad del deseo a una escala desconocida
incluso en el paganismo.
Aun así, debemos hacer todo lo posible para cuidarnos de
convertir al Cristianismo en una hermosa, inocente recolección, en lugar de ser
aquello que es más decisivo en el crecimiento de una persona. El Cristianismo
genuino es una ofensa para los religiosos y una tontería para los sabios. No es
algo complaciente que no ofenda a nadie, donde en su lugar la gente le sonría y
donde su defensa solo les inspire.
Es hermoso y amable que los padres Cristianos, tal como de
otras formas cuidan a su niño, también se ocupen de nutrirle con ideas
infantiles de religión. Pero un malentendido estúpido, sentimental y torpe de
la niñez es reprensible. Es una inmensa estupidez decir que la niñez en sí
misma es la edad para verdaderamente decidir convertirse en Cristiano. Y
mientras más común se haga esta urgencia e inclinación por obligar el
convertirse en Cristiano en una regresión a la niñez, esto en sí es la prueba
de que la decisividad de la fe Cristiana está en camino de extinguirse.
-¡Maten a los Comentadores!-
La masa de intérpretes Bíblicos de hoy ha dañado, más que
ayudado, nuestro entendimiento de la Biblia. Al leer a los académicos se ha
vuelto necesario hacer lo que uno haría en una función donde la profusión de
espectadores y reflectores impiden nuestro disfrute de la propia función y en
su lugar se nos da una serie de pequeños incidentes. Para ver la función, uno
debe ver por encima de ellos, si es posible, o entrar por un camino que aún no
esté bloqueado. El comentador es, verdaderamente, el entrometido más peligroso.
Si deseas entender la Biblia, asegúrate de leerla sin
comentario. Piensa en dos amantes. La amada le escribe una carta al amado. ¿Le
preocupa al amado lo que otros puedan pensar de ello? ¿No lo leerá a solas? En
otras palabras, ¡jamás se le ocurriría leer su carta con un comentario! Si la
carta de la amada estuviera en un idioma que él no entendiera - bueno, pues
aprendería ese idioma - pero ciertamente no leería la carta con ayuda de
comentarios. No le son de utilidad. El amor por su amada y su disposición para
cumplir sus deseos le hacen más capaz de entender su carta. Es lo mismo con las
Escrituras. Con la ayuda de Dios podemos entender apropiadamente la Biblia.
Cada comentario detiene, y aquel que se sienta con diez comentarios abiertos y
lee las Escrituras - bueno probablemente está escribiendo el onceavo.
Ciertamente no se está enfrentando a las Escrituras.
Supón ahora que esta carta de la amada tiene el atributo
único de que cada ser humano es el amado - ¿qué entonces? ¿Nos sentamos y
consultamos unos con otros? No, cada uno de nosotros debe leer esta carta
solamente como individuo, como un individuo singular que ha recibido esta carta
de Dios. Al leerla, nos ocuparemos principalmente con nosotros mismos y con
nuestra relación con él. No nos enfocaremos en la carta de la amada, que este
pasaje, por ejemplo, sea interpretado de esta manera, y tal pasaje de esta otra
- oh, no, lo importante es actuar inmediatamente.
¿No es acaso algo importante ser amado, y acaso no nos da
algo que ningún comentador tiene? Piénsalo. ¿No somos cada uno acaso el mejor
intérprete de nuestras propias palabras? Y luego entonces, después del amado, y
en relación con Dios, ¿el verdadero creyente? A menos que olvidemos que las
Escrituras no son más que señalamientos: Cristo, la amada, es el camino. ¡Maten a los
comentadores!
Por supuesto, los comentadores no son los responsables. Dios
quiere obligarnos a cada uno de nosotros de vuelta a lo esencial, de vuelta a
un comienzo como a un niño. Pero estar desnudo ante Dios de esta manera, esto
es lo que no queremos en lo absoluto. Preferimos todos los comentarios. Así con
cada generación que pasa nos volvemos más y más faltos de espíritu.
Lo que realmente necesitamos, entonces, es una reforma que
deje incluso la Biblia de lado. Sí, esto tiene tanta validez ahora como lo tuvo
en el rompimiento de Lutero con el Papa. El énfasis actual de volver a la
Biblia ha, tristemente, creado religiosidad de un aprendizaje y una literalidad
engañosa - una mera distracción. Trágicamente este tipo de conocimiento
gradualmente ha agotado a las masas de forma que ya nadie pueda simplemente
leer la Biblia. Todo nuestro aprendizaje de la Biblia se ha vuelto nada más que
una fortaleza de excusas y escapes. Cuando llega a la existencia, a la
obediencia, siempre hay algo más que debemos ocuparnos primero. Vivimos bajo la
ilusión de que primero debemos tener la interpretación correcta o la creencia
en una forma perfecta antes de que podamos empezar a vivir - esto es, nunca
llegamos al punto de hacer lo que la Palabra dice.
La Iglesia ha necesitado por largo tiempo de un profeta que
con miedo y temblor tenga el coraje de prohibir a la gente de leer la Biblia.
Por ello, estoy tentado de hacer la siguiente propuesta. Recolectemos todas las
Biblias y llevémoslas a un lugar abierto o arriba de una montaña y entonces,
mientras nos arrodillamos, que alguien hable a Dios de esta forma: Llévate este
libro de regreso. Nosotros, Cristianos, tal como somos, no estamos preparados
para involucrarnos directamente con esto; tan solo nos hace orgullosos e
infelices. No estamos listos para ello. En otras palabras, sugiero que
nosotros, como esos habitantes cuya piara de cerdos se lanzaron al agua y
murieron, roguemos a Cristo "que se retire de nuestro entorno." (Mateo. 8:34). Esto al menos sería una
forma honesta de hablar - algo muy diferente al academismo nauseabundo,
hipócrita que tanto prevalece hoy.
La situación es algo muy simple. La Biblia es muy fácil de
comprender. Pero nosotros Cristianos somos un montón de estafadores
fraudulentos. Pretendemos ser incapaces de entenderla porque sabemos muy bien
que al instante que la entendamos seremos obligados a actuar de acuerdo a ella.
Toma cualquier palabra del Nuevo Testamento y olvídate de todo excepto de
apegarte a actuar de acuerdo a lo que leas. Dios mío, dirás, si hago eso toda
mi vida estará arruinada. ¿Cómo saldré adelante en el mundo?
Aquí está el verdadero lugar de la academia Cristiana. El
academismo Cristiano es el invento prodigioso de la Iglesia para defenderse
contra la Biblia, para asegurarse que continuemos siendo buenos Cristianos sin
que la Biblia se acerque demasiado. Oh, impagable academismo, ¿qué haríamos sin
ti? Terrible es caer en las manos del Dios viviente. Sí, terrible es aun estar
a solas con el Nuevo Testamento.
Abro el Nuevo Testamento y leo: "Si quereis ser
perfecto, entonces vende todos tus bienes y dalos a los pobres y sígueme."
Buen Dios, si realmente hiciera esto, todos los capitalistas, todos los hombres
de negocios y emprendedores, toda la sociedad de hecho, ¡no seríamos más que
mendigos! ¡Nos hundiríamos si no fuera por el academismo Cristiano! Alabado
sean todos los que trabajan en consolidar la reputación del academismo
Cristiano, que ayuda a frenar al Nuevo Testamento, este terrible libro que
arrasaría con uno, dos, tres, con todos si anduviera suelto (esto es, si el
academismo Cristiano no lo frenara).
En vano ordena la Biblia con autoridad. En vano nos manda e
implora. No la escuchamos - es decir, escuchamos su voz sólo a través de la
interferencia del academismo Cristiano, los expertos que han sido
apropiadamente entrenados. Tal como el extranjero protesta sus derechos en un
idioma extranjero y apasionadamente se atreve a decir palabras fuertes cuando
se enfrenta a las autoridades del estado - pero mira, el intérprete que traduce
a las autoridades no se atreve a hacerlo y lo sustituye con algo más - de tal
forma la Biblia resuena a través del academismo Cristiano.
Declaramos que el academismo Cristiano existe
específicamente para ayudarnos a entender el Nuevo Testamento, para poder
escuchar con mayor claridad su voz. Ningún loco, ningún prisionero del estado,
estuvo tan confinado. Tal como ellos pueden entenderlo, nadie les niega que
están encerrados, pero las precauciones que se toman contra el Nuevo Testamento
son mayores. Lo encerramos pero argumentamos que estamos haciendo lo opuesto,
que estamos esforzándonos por ayudarlo a ganar claridad y control. Pero
entonces, por supuesto, ningún loco, ningún prisionero del estado, podría ser
tan peligroso para nosotros como el Nuevo Testamento sería si estuviera libre.
-Iglesia militante-
Una Iglesia triunfante no es nada más que una estafa. En
este mundo solo podemos hablar de una Iglesia militante. La Iglesia militante
se relaciona y siente atraída a Cristo en obediencia humilde. La Iglesia
triunfante, sin embargo, ha tomado la Iglesia de Cristo en vano. ¿Cómo podemos
entender mejor la diferencia?
Entre otras cosas, la Iglesia militante nunca llega. Siempre
está en el proceso de convertirse. Por contraste, un Cristianismo establecido
es. Se rehúsa a cambiar. Está cimentado en la vanidad de la impaciencia humana
que toma por adelantado aquello que finalmente le costará más adelante - el
reino de Dios. Se ciega a lo que Cristo dijo sobre este reino que no es de este
mundo. A pesar de que verdaderamente es un reino en este mundo, no es un reino
de este mundo. Su Iglesia, por tanto, es militante. Tan pronto como la iglesia
de Cristo llega a un acuerdo con este mundo, el Cristianismo es abolido.
La Iglesia triunfante asume que el tiempo de la lucha ha
terminado; que la Iglesia, porque se ha extendido tanto, no tiene nada más que
combatir o por qué hacerlo. Con esto, la Iglesia y sus logros del mundo se
vuelven sinónimos. Éste no es el camino de Cristo. Él ha prometido solamente
una cosa: odio y oposición al mundo. Por tanto, la Iglesia de Cristo, sólo
puede soportarse a través de la lucha - es decir, luchando en cada momento
contra el mundo y luchando por la Verdad.
La Iglesia triunfante, o el Cristianismo establecido, no se
parece a la Iglesia militante más que el cuadrado se parece al círculo. Sería
completamente imposible para los primeros Cristianos reconocer al Cristianismo
en su distorsión actual. Sí, escucharían al Cristianismo predicado y
escucharían que lo que se dice es verdaderamente cierto, pero para su horror
verían que las condiciones actuales de ser un Cristiano son exactamente
opuestas a lo que ellos eran en sus días. Ser un Cristiano ahora ya no es nada
como ser Cristiano en sus días tanto como caminar sobre las propias piernas no
es nada como caminar sobre la propia cabeza.
Ser un Cristiano en la Iglesia militante quiere decir
existir o ponerse a uno mismo dentro de un ambiente que sea lo opuesto a ser
Cristiano. Sin embargo, ser un Cristiano en una Iglesia triunfante quiere decir
vivir en un ambiente que es más o menos congruente con ser un Cristiano. En el
primer caso, ser un Cristiano es ser inversamente reconocible por la oposición
que experimento. En el segundo caso, ser un Cristiano significa ser
directamente reconocible por los favores, honores y estima que gano en este
mundo - todo a cuenta de la buena virtud Cristiana.
Imagina un joven que ha sido bien instruido en el
Cristianismo y a quien se le ha dicho que el requisito para ser Cristiano es
dar testimonio de Cristo ante el mundo. Imagina también que está bien informado
de lo que sucederá si actúa de esta manera. Habiendo considerado bien esto, el
joven se decide a arreglar su vida de acuerdo con estas instrucciones. ¿Pero
qué pasa? Resulta que vive en la Cristiandad establecida. Al hacer el
movimiento para arriesgarse a tomar este paso, un hombre gentil, un gentil
mentor espiritual, viene a él y le da una "especie de discurso":
"Joven amigo, estás luchando bajo un engaño. No te das cuenta de que entre
Cristianos, no hace falta realmente dar testimonio de Cristo. Solo entre tú y
yo, todos somos Cristianos, todos nos afirmamos en buenos valores Cristianos, y
por ello el Cristiano verdaderamente serio es aquel que mantiene todo esto
oculto."
Considera a un joven que ha crecido con cuentos de hadas y
por ello está familiarizado con la idea de monstruos que vivían en los bosques
pero que han sido exterminados. Si este joven ahora quisiera ir al mundo real
armado para la batalla, con una enorme espada a su lado y un coraje igualmente
enorme en su corazón, nada más extraño le podría suceder a ese joven que
encontrarse a sí mismo en la Cristiandad establecida. En otras palabras, si se
encontrara con un monstruo más extraño aún que aquellos de los que ha escuchado
o leído, no llegaría a nada en comparación con la cosa extraña que le sucede en
la Cristiandad - es decir, que no puede tener ni un atisbo de nada que se
asemeje a un monstruo.
Pero entonces, un gentil y anciano mentor Cristiano viene y
le dice, "Mi joven amigo, estás luchando bajo un engaño. No estás en un
mundo de cuentos de hadas sino en el mundo moderno, científico, donde no hay
monstruos como esos, donde vives entre gente Cristiana bien educada, y donde
además, la policía cuida de tu seguridad y el clero de tu moralidad, y donde
las luces de la noche son tan seguras como el día. Por ello, deja de lado tu
espada y aprende tu tarea, ahora que la edad de los monstruos ha quedado atrás,
que es ser cortés, agradable y cívico como todos los demás. Aprende que debes
verte a ti mismo y a Dios en cada persona y que cada persona debe verse a sí
misma en ti. ¿No ves acaso como todo está hermosamente ordenado?”
No nos olvidemos, no fue una rencilla insignificante entre
Cristo y el mundo lo que lo puso en la cruz. No, el amor a Dios es el odio al
mundo. Y el día en que el Cristianismo y el mundo se hagan amigos - sí,
entonces el Cristianismo es destruido. Entonces Cristo tendrá que ser juzgado
por ser solamente un soñador, un fanático. Si no hubiera sido tan intolerante,
se hubiera llevado muy bien con el mundo y con sus autoridades religiosas; no
se le hubiera matado, algo que hubiera sido totalmente innecesario. En su
lugar, se hubiera vuelto alguien célebre, o al menos muy apreciado, tal como
han sido eventualmente sus seguidores cuando la Iglesia triunfó - una situación
que verdaderamente hace mentira el dicho de que el alumno no está por encima
del maestro.
Pero mientras perdure el mundo y la Iglesia de Cristo esté
en él, debe ser una Iglesia militante. A pesar de que tiene la promesa de que
las puertas del infierno no prevalecerán contra ella, pobre de la Iglesia
Cristiana cuando es triunfante en este mundo, pues entonces no es la Iglesia la
que ha triunfado sino el mundo. Entonces Cristo tampoco es el Dios-Hombre sino
algo como un ser humano distinguido, un maestro noble cuya vida es solo un
ejemplo de lo que cada uno de nosotros y la raza humana pueden llegar a ser. La
eternidad es abolida, y la esfera de la satisfacción de todas las cosas es
transferida al orden terreno. Entonces el camino de la vida ya no es estrecho y
la puerta pequeña, ni hay tampoco solo algunos pocos que la encuentren. No, el
camino es ancho y la puerta ampliamente abierta. Y las puertas del infierno
prevalecen, y muchos, en verdad todos, son admitidos. ¿Esto es lo que significa
que Cristo sea triunfante en este mundo? ¿No vino al mundo a sufrir, no es
acaso esto lo que debe ser llamado triunfante?
No afirmo ni jamás he afirmado que cada Cristiano debe ser
un mártir, aun cuando pienso que cada verdadero Cristiano debería - y aquí me
incluyo a mí mismo - admitirse humildemente que se le ha dejado ser de forma
más fácil que cualquier verdadero Cristiano en el sentido más estricto. Sin
autoridad, el Cristianismo ahora se arrastra en ropajes desgastados y ajados, y
no sabemos si quitarnos el sombrero ante él en nombre del progreso, o si éste
debería inclinarse ante nosotros, si nosotros necesitamos de su compasión o él
necesita de la nuestra.
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