PROVOCACIONES
Los escritos espirituales de Søren Kierkegaard.
Compilado y editado por Charles E. Moore.
Traducción de Raymundo Rodríguez Alcázar.
TEXTO DE LA PARTE I
TEXTO DE LA PARTE II
TEXTO DE LA PARTE III
Se ha acusado a Søren Kierkegaard de ser uno de los autores más frustrantes de leer. También ha sido elogiado como uno de los más gratificantes. Frustrante por ser su estilo tan denso, su pensamiento tan complejo y sus palabras tan duras. Gratificante, porque entramadas en sus escritos y diarios, hay metáforas y verdades tan profundas y vívidas que pueden abrumarnos con claridad casi enceguecedora. Kierkegaard no es alguien a quien se deba leer a leer a la ligera, hacerlo lleva el riesgo de quemarse.
INTRODUCCIÓN
TEXTO DE LA PARTE I
TEXTO DE LA PARTE II
TEXTO DE LA PARTE III
Se ha acusado a Søren Kierkegaard de ser uno de los autores más frustrantes de leer. También ha sido elogiado como uno de los más gratificantes. Frustrante por ser su estilo tan denso, su pensamiento tan complejo y sus palabras tan duras. Gratificante, porque entramadas en sus escritos y diarios, hay metáforas y verdades tan profundas y vívidas que pueden abrumarnos con claridad casi enceguecedora. Kierkegaard no es alguien a quien se deba leer a leer a la ligera, hacerlo lleva el riesgo de quemarse.
El propósito de esta colección es doble. En primer lugar, hacer a Kierkegaard accesible. Incluso para los más brillantes, Kierkegaard es difícil de seguir. Walter Lowrie, el biógrafo más dedicado de Kierkegaard, escribe: "Kierkegaard demanda de su lector un muy grande esfuerzo. Desiste de hacer las cosas fáciles presentándole una 'conclusión' y, de esta manera, lo obliga a acercarse a la meta por el mismo y tortuoso camino que él recorrió".
Aún sus conciudadanos daneses tienen dificultad para seguir a Kierkegaard. Esto es desafortunado. Contenidos en sus escritos están unos de los pasajes más enriquecedores y esclarecedores que jamás se hayan escrito sobre la fe y el compromiso. Para ayudar a desenterrar algunos de estos tesoros, me he tomado la libertad de abreviar largas piezas, parafrasear pasajes complejos y "apretarlos" simplificando construcciones enrevesadas.
En segundo lugar, esta colección se hace con la intención de presentar de la manera más concisa posible el "corazón" de Kierkegaard. Y por corazón me refiero, primero, a esas piezas que tratan con los temas centrales de su prolífica producción, segundo, a aquellas que ejemplifican la esencia de su pensamiento y, por último pero no menos importante, su pasión.
-La Pasión Central de Kierkegaard-
Kierkegaard escribió industriosa y rápidamente, bajo una variedad de seudónimos, presentando varios puntos de vista de la vida estéticos, éticos y religiosos. Sus escritos despliegan tan amplio rango de género y estilo, y su pensamiento cubre tal variedad de temas que aún él mismo se sintió obligado a escribir un libro para explicar la totalidad su propuesta. A pesar de esto, Kierkegaard era motivado por una sóla idea.
Escribe en su diario: "La dirección para mi empresa es: hacer que las personas se den cuenta de qué es esencialmente Cristiano." Dos cosas son de resaltarse. Primero, Kierkegaard apunta a hacer que nos demos cuenta. "He trabajado por una inquietud que se oriente hacia una profundización interna." "Mi vida entera es un epigrama para hacer que las personas se den cuenta." En resumen, la labor de Kierkegaard no era la introducción de nuevas ideas, una teología o filosofía de vida. En lugar de eso, él decía "Mi labor está en el servicio a la verdad; y la forma esencial es la obediencia." Kierkegaard era fundamentalmente existencialista: "mantener a las personas despiertas, para que la religión no vuelva a ser un hábito indolente..." Su objetivo era provocar al individuo para que se convierta en un individuo en la verdad. Lo último que Kierkegaard quería era dejar a su lector igual - intelectualmente iluminado pero sin cambio interno.
Muy temprano en su vida, Kierkegaard descubrió que uno debe "encontrar la verdad que sea verdad para mí - la idea por la que puedo vivir y morir." Parte del dilema humano es que todos estamos interesados en demasiadas cosas y así no nos comprometemos decididamente con ninguna. Como escribe en su Diario:
"Lo que realmente me falta es tener claro en mi mente qué debo hacer, no qué debo saber, con excepción del entendimiento necesario que precede a cada acción. La cosa es entenderme a mí mismo, ver qué es lo que Dios realmente quiere que yo haga... ¿En qué me ayudaría si la verdad estuviera delante mío, fría y desnuda, sin importar si la reconozco o no, y provocándome un escalofrío de miedo en lugar de una devoción confiada? ¿Acaso la verdad no debe entrar en mi vida? Eso es lo que ahora reconozco como la cosa más importante."
La tarea central de Kierkegaard como autor es, entonces, ayudar al lector a hacer la verdad propia. Deliberada y cuidadosamente diseñó su producción literaria para poder mostrarle a sus lectores lo que significa existir, y la importancia de la interiorización y la subjetividad. Su estrategia era ayudarlos a tomar una postura decisiva: "Busco hacer que las personas sean conscientes para que no derrochen o disipen sus vidas."
En segundo lugar, Kierkegaard se ocupa con aquello que es esencialmente Cristiano: "A través de mis escritos espero lograr lo siguiente: dejar atrás de mí una caracterización tan exacta del Cristianismo y sus relaciones con el mundo que una persona entusiasta de mente noble encuentre en ellos un mapa de relaciones tan preciso como cualquier mapa topográfico de los más famosos institutos."
¿En qué consiste este mapa? En la Práctica del Cristianismo, Kierkegaard escribe: "Si cualquier cosa debe ser hecha, uno debe tratar de introducir el Cristianismo a la Cristiandad." Su trayectoria literaria tuvo como trasfondo al Luteranismo Danés que había degenerado en una religión de estado que era religión sólo en nombre. Tres cosas, en particular, deformaban la iglesia de sus días: (1) Intelectualismo - la "directa aceptación mental a una suma de doctrinas"; (2) Formalismo - "batallones y batallones" de creyentes incrédulos; y (3) Fariseísmo - un rebaño de clero hipócrita que ignora el Cristianismo para el que fueron contratados a difundir. Fue en este clima que Kierkegaard se sintió impelido a reintroducir el Cristianismo. Buscó proveer una especie de mapa que, en aras de la verdad Cristiana, aleje a las personas de la Cristiandad. "Mi tarea es desengañar a la gente de la ilusión de que son Cristianos - aún así estoy sirviendo al Cristianismo."
Con Cristianismo Kierkegaard no buscaba hablar de un sistema correcto de doctrina o una serie de comportamientos: "La lucha no está entre la ortodoxia y la heterodoxia. Mi lucha, mucho más interna, es acerca del cómo de la doctrina. Digo que alguien puede aceptar toda la doctrina, pero al presentarla la destruye." El argumento de Kierkegaard era que, a pesar de una buena doctrina o la forma en que se practica la fe, "las vidas que las personas viven demuestra que en realidad no hay Cristianismo - o muy poco."
El Cristianismo genuino, de acuerdo a Kierkegaard, es cualquier cosa menos una doctrina. Es una forma de ser en la verdad ante Dios siguiendo la auto-negación, sacrificio y sufrimiento de Cristo, y buscando una relación primitiva con Dios. Desafortunadamente, doctrina es lo que la gente quiere. Y la razón de esto es "porque la doctrina es la indolencia de parodiar e imitar para el estudiante, y la doctrina es una forma de poder para el instructor, y la doctrina colecciona gente."
El pensamiento de Kierkegaard se origina en una violenta repulsión por la falsa espiritualidad de sus días. Su dificultad fue encontrar una forma de salir de esta confusión que consistentemente socavaba cualquier cosa verdaderamente Cristiana. ¿Cómo conseguiremos salir del desastre de la Cristiandad, se preguntaba, cuando millones, por mero accidente geográfico, son Cristianos? ¿Cómo lograremos que la Cristiandad deje a toda su masa de miembros nominales cuando "es en el interés del oficio de sacerdote que haya tantos Cristianos como sea posible."? "¿Cómo, exactamente, nos hemos de convertir en Cristianos, especialmente cuando "uno ya es Cristiano de alguna manera"?"
La estrategia de Kierkegaard fue actuar como correctivo. Explica: "La persona que debe proveer el correctivo debe estudiar los lados débiles del orden establecido escrupulosa y penetrantemente y luego presentar el opuesto con discriminación - pero con una discriminación experta." Esta revelación es importante de tomar en cuenta mientras se lee a Kierkegaard. De igual forma dijo "un correctivo convertido en norma es por ese mero hecho, confuso." Por ello, uno no debe elevar su pensamiento y hacerlo una norma. Creía que su situación era desesperada, así que sonó la alarma de acuerdo a ello. Aún así, no lo hizo como un autoproclamado profeta. Escribió como alguien sin autoridad y quien, él mismo, necesita ser reformado: "Lo que he dicho acerca de mí mismo es verdad - Soy una especie de agente secreto en el mayor de los servicios. La policía usa agentes secretos también... Pero la policía no piensa en reformar a sus agentes secretos. Dios sí."
Kierkegaard estaba determinado en señalar su propia deficiencia Cristiana: "Por mi parte no me puedo llamar a mí mismo "Cristiano" (y así dejo libre el ideal), pero soy capaz de hacer evidente que los demás lo son aún menos." Esto no significaba un juicio. La esperanza de Kierkegaard era incitar, exponer el fraude que tanto a él, como a todos los demás, engañaba. Nunca se sintió digno de hacerlo. Pero estaba obligado a actuar. "Quiero que la multitud se de cuenta de su propia ruina. Entiéndanme - o no me malinterpreten. No busco golpearlos (desafortunadamente, no se puede golpear a una multitud) - no, los obligaré a que me golpeen."
-Temas Básicos-
La historia de vida de Kierkegaard es en realidad el drama interno de un pensador profundamente religioso. En el crisol de su melancolía y en la cámara de sus propias relaciones con Dios, emergió una visión de la fe y la seriedad que influenciaron a algunos de los más grandes pensadores del siglo veinte.
El pensamiento de Kierkegaard, sin embargo, no puede ser fácilmente categorizado. Algunos aún lo ven como el origen del Existencialismo. Otros lo identifican como místico. Aún otros argumentan que era el asceta arquetípico. Una cosa es clara: Kierkegaard confronta toda forma de pensamiento que evite al individuo o le permita escapar su responsabilidad ante Dios. También hace una demanda absoluta de que la "idea" debe ser traducida a la existencia (ser y hacer), lo que, en su opinión, era precisamente en lo que fallaban sus contemporáneos: "La mayoría de los sistematizadores tienen la misma relación con sus sistemas como el hombre que construye un gran castillo y vive en la choza de al lado. No viven en la gran estructura sistemática. Pero en términos espirituales esto siempre será una objeción crucial. Metafóricamente hablando, las ideas de una persona deben ser el edificio en el que vive - de otra manera hay algo terriblemente equivocado."
Esto no quiere decir que Kierkegaard abogaba por una vaga cadena de ideas contradictorias. ¡Lejos de esto! Su pensamiento posee un patrón intrincado. Cuidadosamente teje sus múltiples temas, y lo hace de tal forma que el lector queda con opciones claras. Pero estas opciones no están en términos de creencias o teorías. Estas tan sólo le roban la tensión a la vida. Nuevamente, el objetivo principal de Kierkegaard era estimularlo a elegir - forzar al lector a un auto análisis. Esto debe estar presente en primer plano en cualquier intento de sintetizar su pensamiento.
En lo siguiente, espero poder ubicar a Kierkegaard en el contexto de ciertos temas recurrentes en sus escritos, y así proveer un contexto para las selecciones de este libro.
-Las Esferas de la Existencia-
Convertirse en un ser genuino, un individuo en su más verdadero sentido, era la preocupación central de Kierkegaard. Frecuentemente escribe de los "escenarios para las formas de vida" o "esferas de existencia" - diferentes niveles en los cuales las personas viven sus vidas: el estético, el ético y el religioso. Ser genuinamente humano, un individuo Cristiano, involucra un movimiento hacia la esfera religiosa de la existencia, una esfera que incluye y al mismo tiempo trasciende las otras dos esferas.
La vida estética es la vida que se vive inmediatamente - una vida vivida "para el momento". Es el estilo de vida de las personas absortas en satisfacer sus deseos e impulsos "naturales", sean físicos, emocionales o intelectuales. Estas personas están únicamente interesadas en su propia dicha y creen que la llave de la felicidad se encuentra en lo externo - a quién conocen, qué hacen, los roles que interpretan, qué poseen, dónde viven y así. Viven para el disfrute, en la superficie de la vida. Son observadores, espectadores, degustadores, pero no son participantes serios. No tienen una verdadera vida interna, no tienen un ser verdadero que ofrecer a otros. Su bienestar está determinado por las elecciones o los estados de ánimo de otros y por fuerzas que se extienden más allá de su control. Cuando toman decisiones, no son interiorizadas. Así, cuando las cosas salen mal, las personas estéticas nunca aceptan responsabilidad o culpa. Dichas personas son apáticas, indiferentes y faltas de integración. No son capaces de comprometerse con una sola cosa. Siempre puede llegar algo mejor y así, reparten sus energías en diferentes direcciones.
La vida estética ciertamente no está restringida a los sentidos. Kierkegaard también critica al filósofo que está solamente interesado con las ideas - sistemas intelectuales que dejan al pensador sin cambio, sin ninguna razón para elegir lo uno o lo otro. Para Kierkegaard, Hegel es el típico pensador especulativo. Como todos los intelectualizadores, confunde el pensamiento con la existencia. Asume que la verdad puede ser formulada en un sistema de ideas o una serie de doctrinas. Haciendo esto el filósofo se vuelve un mero observador de la vida. Olvida que existe, que debe elegir y actuar y tomar responsabilidad por aquello que sabe. El pensador especulativo hace del Cristianismo una teología, en lugar de reconocer que una relación viva con Cristo involucra pasión, lucha, decisión, apropiación personal y transformación interna.
Moverse hacia una auténtica existencia personal, convertirse en Cristiano, es moverse más allá de la esfera estética y hacia la ética. La vida ética reconoce el significado de la elección. Aquí uno acepta su deber como un actor moral. La persona deja de lado sus múltiples deseos o impulsos, su "libertad" despreocupada y escucha su conciencia, toma responsabilidad y cumple sus obligaciones morales. La libertad estética es, en realidad, la esclavitud a las pasiones y como tal, lleva a la persona hasta el borde de la desesperación. Por contraste, la libertad ética es el disfrute y cumplimiento del deber propio. La persona que vive en este nivel trata de comprender en su vida aquello que es de valor eterno y universal. Dicha vida reconoce que dentro de su alma existe algo (es decir, lo eterno) que no puede ser satisfecho con la vida sensorial. De ahí el reconocimiento a los valores eternos -justicia, libertad, paz, amor- y el respeto por la ley moral interna que impulsa al ser ético hacia una vida de responsabilidad, ocupándose más allá de los propios intereses inmediatos. Aquí yace la verdadera libertad: la habilidad de cumplir el propio deber, moverse de lo que es a lo que debe ser.
Lo ético involucra tanto elección como resolución. También involucra lucha, pues el reconocimiento de los valores éticos toma tiempo y esfuerzo. Por ello, un individuo auténtico y realizado es aquel que está unificado desde dentro, cuyas acciones son una, y que acepta la responsabilidad de sus compromisos. A diferencia de quien vive en un nivel estético, el individuo ético no es sacudido por cada emoción o por la opinión de otros.
La clave de la esfera ética es la libertad. Por ello, una "mala elección" es mejor que ninguna. La persona estética va a la deriva de las corrientes a su alrededor. La persona que vive éticamente, sin embargo, determina dichas corrientes. No es suficiente con tan sólo hacer el deber propio. Uno debe elegir dicho camino apasionadamente. La vida es un esto o lo otro, no tan sólo entre el bien y el mal, sino entre elegir y no elegir. La persona que vive en la esfera ética vive con intención e intensidad. Dicha persona posee carácter y convicción, y como tal está dispuesto a sacrificarse por algo más grande que él mismo.
A pesar de encontrar admirable y necesaria la esfera ética, Kierkegaard, sin embargo, cree que la vida debe, finalmente, ser vivida en aún otro nivel: la esfera religiosa. Esta esfera no tiene nada que ver con la religión institucionalizada en sí. En lugar de esto, un individuo vive religiosamente cuando él o ella comprenden que la vida ética es insuficiente para resolver los acertijos y elecciones que conlleva vivir. La vida ética fracasa al enfrentarse a situaciones excepcionales. Hacer el deber propio no es siempre tan sencillo, especialmente cuando diferentes deberes entran en conflicto o cuando de las múltiples obligaciones que uno enfrenta no todas pueden ser completadas. En consecuencia, existe algo superior al deber universal y es a esto que Kierkegaard llama el "Absoluto."
Una persona completamente realizada debe verse a sí misma "ante Dios", para verse tal como es. Cuando esto ocurre, el inmenso abismo entre uno y Dios se vuelve aparente, tanto por los pecados que uno ha cometido como por el propio fracaso para completar cabalmente su deber moral. El individuo ético, si es verdaderamente honesto consigo mismo, es tal que vive en miedo constante y teme precisamente por su propia incapacidad de cumplir la ley moral, su duda en entregarse de forma absoluta. De hecho, la persona más ética es aquella que se siente más inadecuada. Siendo a imagen y semejanza de Dios, cada persona instintivamente sabe que Dios es más grande que la ley moral y que cualquier juego de valores. Su conciencia le indica que el mayor compromiso que uno puede hacer es con Dios - el terreno mismo de cada valor moral. La voluntad de Dios, no una ley abstracta, es lo que finalmente importa. Y dado que ningún humano puede medir las demandas de Dios, uno debe rendirse a Dios en un salto de fe.
Para ilustrar esta diferencia entre las esferas ética y religiosa, Kierkegaard cita a Abraham, el "padre de todos aquellos que creen." Abraham, un hombre justo, es el parangón de la fe, pues en lugar de escuchar a la ley moral - "No matarás" - escucha la orden de Dios de sacrificar a Isaac. Abraham actuó como un verdadero individuo pues su relación con Dios, no con la ley moral, era la principal en su vida. No percibía a Dios a través de la moralidad o lo reducía a una ley moral. Como hombre de fe, Abraham sometía todo, incluso sus acciones éticas, a Dios. Estaba dispuesto a sacrificar a Isaac por el bien de su propia relación con Dios. Actuó porque Dios le había ordenado actuar. Estaba ante Dios, sin responder a nadie más que a Dios.
Cuando un individuo está ante Dios ya no se ve a sí mismo como autosuficiente. Se reconoce en su propia incapacidad para transformarse a sí mismo. La persona religiosa lucha para permitirse ser transformado por Dios. Dicha transformación incluye tres cosas: (1) Resignación infinita - morir para el mundo, la voluntad de sacrificar cualquier bien finito en nombre de Dios. (2) Sufrimiento - llevar a cabo una transformación del ser, no a través del ser. Es el proceso de llevar a cabo una "auto aniquilación" de forma que Dios, no el ser, puedan hacer el trabajo transformativo. (3) Culpa - el sentimiento de la propia incapacidad de darse enteramente, sin reservas, a Dios.
La persona religiosa, aunque comprometida a los mismos ideales éticos que la persona ética, cree que esos ideales son finalmente incapaces de alcanzar la plenitud, no por las barreras externas sino por su propia condición interna. Reconoce su propio estado pecador. La persona de fe se relaciona con Dios no en la acción de auto confianza, sino en arrepentimiento. Sabe que no solo fracasa en cumplir los ideales elegidos, sino que fracasa en tener ideales de valor suficiente. Para ponerlo de forma distinta, sabe que sus "ideales" elegidos son, en si mismos, insuficientes e incompletos. De esta forma, Kierkegaard dice: "Una ética que ignora el pecado es una ciencia absolutamente ociosa." Permitirse ser transformado por Dios es, en resumen, más importante que completar la propia tarea.
Aquí yace la relevancia del Cristianismo y el evangelio. La existencia genuinamente Cristiana es diferente de la existencia religiosa en general. La persona religiosa cree que la llave para encontrar a Dios es reconocer y aceptar su propia culpa y necesidad. El verdadero Cristiano, sin embargo, reconoce que él, por sí mismo, ni siquiera puede hacer esto. Se da cuenta que aún su entendimiento de Dios, ya no digamos de sí mismo, es incompleto y, por ello, defectuoso. Reconoce que existe un abismo entre él y Dios, una "diferencia infinitamente cualitativa entre el hombre y Dios." El verdadero discernimiento del pecado no viene desde el interior sino solamente a través de la revelación de Dios al individuo. La corrupción del pecado es total, y la propia habilidad de elegir es un regalo. La marca que distingue la existencia de un verdadero Cristiano es, de acuerdo a Kierkegaard, la paradoja central del Evangelio - el hecho de que Dios, el Eterno, se vuelve un ser humano. Esto, a diferencia de verdades de la vida ética o de discernimiento religioso, no puede ser comprendido solamente por medio de la intuición. Viene de una revelación y es recibida por la fe: la mayor pasión de la interiorización.
-Subjetividad y Verdad-
Kierkegaard invierte grandes esfuerzos contrastando el pensamiento objetivo y la verdad subjetiva. Para él, la fe no es una creencia sino una forma cierta de ser en la verdad que se extiende más allá de la capacidad comprensiva de la razón. Por "subjetividad" Kierkegaard no quiere decir subjetivismo: es decir, una creencia que es verdad porque uno cree que lo es. Estaba preocupado con el grado en el que una persona "vive dentro" de la verdad que confiesa. Para él la subjetividad significa los medios para alejarse del reino objetivo de los hechos - aquello que puede ser aprendido por observación y pensamiento abstracto desapegados - y sumergirse en lo subjetivo, la actividad interna que es descubrir la verdad para uno mismo. En su más alto punto, la subjetividad culmina en la fe - una pasión infinita que es tanto racionalmente incierta como paradójica. La fe requiere de riesgo, lo que la certeza objetiva aborrece. Pero esta es la marca distintiva de la fe Cristiana. La fe significa arriesgar todo y sufrir por la verdad, a pesar de las ofensas de la Encarnación y de la Cruz.
Así pues, la fe requiere de un salto. No se trata de galvanizar la voluntad para creer algo de lo que no hay evidencia, sino de un salto de compromiso. "El salto está en la categoría de decisión" - la decisión de comprometer el ser propio totalmente a Dios cuya existencia es racionalmente incierta y cuya redención es simplemente ofensiva. De esta manera, de acuerdo a Kierkegaard, todas las pruebas de la existencia de Dios y de la deidad de Cristo fracasan. Tratar de comprobar la existencia de Dios por medio de un punto de vista puramente neutral y objetivo es ir completamente hacia atrás. Es ir de regreso a la esfera estética. Por el contrario, Dios es conocido por medio de un compromiso apasionado e indivisible. Además, el Cristianismo no es una doctrina para ser enseñada, sino una vida para ser vivida. "Las pruebas" son, entonces, no sólo poco convincentes sino irrelevantes. Dios es espíritu y por ello tan sólo puede serlo de forma espiritual (es decir, subjetiva e interna).
El cómo de la propia existencia es lo que es decisivo. Aquí yace la importancia del compromiso; el acto de la voluntad que trasciende el requerimiento de la razón.
Nuevamente podemos referirnos a Abraham. Aquí está un hombre dispuesto a cometer infanticidio en el nombre de Dios. "¿Cómo es que existió, pues, Abraham? Él creía. Esta es la paradoja que lo aleja del filo de la navaja y que no puede clarificar para ninguna otra persona, pues la paradoja es que él como individuo se pone a sí mismo en absoluta relación con lo Absoluto." Dios requiere de nosotros este grado de compromiso: una absoluta relación con lo Absoluto. Tal compromiso puede ser aterrador mientras Dios nos guía "desde lo profundo, desde setenta mil brazas de agua." Y justo como Jesucristo produjo ciertos efectos en sus contemporáneos, para estar en su fe uno debe ser un contemporáneo suyo y tener un contacto vital y decisivo con él ahora. No hay tal cosa como un discípulo de segunda mano.
-El Individuo Singular-
Kierkegaard entendía que la llave para la interiorización de la fe era el individuo. El "individuo singular" es primordial en su pensamiento y contiene diversos significados. Primero, significa estar de pie a solas frente a Dios y llegar a una concientización de Dios. Mientras más pronto me de cuenta que estoy desnudo ante Dios, más auténtico me haré. Segundo, el individuo es un ser unificado e integrado que es movido por un propósito único. "La pureza de corazón", Kierkegaard explica "es tener la voluntad para una sóla cosa." Tercero, un individuo es un ser responsable, que libremente da cuenta de sus propias decisiones o fracasos para decidir. El verdadero ser de uno está constituido por las decisiones que uno hace. Por último, ser un individuo es existir como un ser único que posee una dignidad por encima de la raza, de la multitud.
En cada uno de estos sentidos, Kierkegaard es cuidadoso en señalar que el individuo está ante Dios y contra la multitud. En su mente, "Es imposible edificar o ser edificado en masa." Ser un individuo es resistir los ideales de conformidad con la multitud y sus ideologías. "Una multitud es el mismo concepto de la falsedad, en razón del hecho que convierte al individuo en completamente impenitente e irresponsable, o al menos debilita su sentido de responsabilidad reduciéndolo a un fracción." La falta de autenticidad yace precisamente en el intento de vivir "como un número más dentro de una multitud, una fracción de una conglomeración terrena." Para Kierkegaard, donde está la multitud, "está la externalidad y, por comparación, la indulgencia y la evasión."
¿Dónde está la salvación? Hay salvación sólo en una cosa, en convertirse en un individuo singular. La persona verdaderamente espiritual es capaz de soportar el aislamiento, detenerse "para ahondar en sí mismo en la interiorización." ante Dios y ante su Palabra. Aunque en esta vida uno puede encontrar solaz en la multitud de las demandas radicales de Dios, "En la eternidad buscarás en vano por la multitud. Escucharás en vano para encontrar dónde está el ruido y la reunión, para correr a ellos." Cuando de hecho, "Para aquel que es Infinito, no hay lugar, el individuo es en sí mismo el lugar."
-Pasión y Existencia-
El trasfondo de los temas antes citados provee el marco para la insistencia de Kierkegaard de que a la era moderna, incluida la iglesia, les falta pasión: "Nuestra era no tiene pasión. Todos saben mucho, todos sabemos qué camino deberíamos tomar y todas las diferentes formas de ir, pero nadie está realmente dispuesto a moverse." Kierkegaard entendía que la sociedad actual es una masa de espectadores que viven indirectamente de segunda y tercera mano. La imagen con que representaba a la sociedad es aquella de un campesino borracho que se ha quedado dormido en su carreta y deja que los caballos se hagan cargo: "Cuando escuchas lo que tienen por decir con admiración fría y terrible, a duras penas puedes saber si es un ser humano, o un bastón astutamente adaptado en el que se ha ocultado una máquina parlante."
La enfermedad de nuestra era es la mediocridad. Es fácil pensar que con todas las ocupaciones de la vida moderna las personas están viviendo vidas verdaderamente comprometidas. En realidad, sin embargo, muy pocos viven con pasión, o con base en la conciencia. Todo está calculado de tal modo que cualquier cosa que hagamos se reduce a lo razonable o lo no razonable, o peor aún, a la ley de la menor resistencia. El sufrimiento debe ser evitado a toda costa. En nombre de la libertad incondicional las opciones quedan abiertas, pero en el proceso, las personas se dejan ir a la deriva. "Hay muchas personas que llegan a conclusiones en su vida de la misma forma que muchos estudiantes de escuela; le hacen trampa al maestro copiando del libro de respuestas sin haber trabajado en el problema ellos mismos."
Esta forma de hacer trampa a través de la vida esta quizás ejemplificada en la preocupación de hoy día en lo externo y en las circunstancias temporales de cada uno. Kierkegaard nos recuerda que "en el mundo del espíritu, cambiar de lugar es ser cambiado uno mismo." Esto, sin embargo, es precisamente lo que el hombre científico aborrece. Creemos que la llave de la felicidad yace fuera de nosotros. Y así nos obsesionamos con los beneficios materiales y los resultados. Hacemos nuestra felicidad dependiente de situaciones fuera de nosotros mismos y culpamos a otros en el proceso si las cosas no nos salen bien. "En toda nuestra 'libertad', buscamos una sóla cosa: ser capaces de vivir sin responsabilidad."
Kierkegaard está convencido de que la Cristiandad no es más que la cáscara sin vida de la mediocridad. "Piensa en una vía de tren muy larga - en la que hace mucho que la locomotora se fue. La Cristiandad es así... la Cristiandad es tranquilidad - que lindo, la tranquilidad de no moverse de su sitio." Kierkegaard argumenta que el verdadero Cristianismo es, primero que nada, una demanda. "Es la herida más profunda que puede hacérsele a una persona con el fin de hacerlo chocar con todo en la escala más espantosa." En resumen, la fe es la pasión del sacrificio y la auto-negación, una forma de ser en el mundo que sufre el ridículo y la persecución del orden establecido de la hipocresía religiosa. Por esta razón, "La voluntad de Cristo es esta: un examen en donde uno no puede hacer trampas."
Con estos pensamientos como trasfondo, el lector podrá notar diferentes cosas en las selecciones presentadas a continuación. Primero que, puesto que el interés principal de Kierkegaard está en la existencia Cristiana, las selecciones a continuación están explícitamente orientadas en tal dirección. Kierkegaard no está interesado en una teoría general de la existencia humana, religiosa o de cualquier otro tipo. Su objetivo es impulsar al lector a vivir una vida de forma contemporánea con Cristo. Por último, lee lentamente. Permítete atravesar una auto examinación. Como Kierkegaard nos recuerda: "Es verdad que un espejo tiene la capacidad de permitir que una persona se vea a sí misma, pero para ello debe quedarse quieta."
Charles E. Moore. Febrero de 1999.
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