La pluma razgando el papel queda corta en estos tiempos binarios, las ideas fluyen apremiantes como espasmos electrónicos y la inspiración necesita verse volcada al orden de negro sobre blanco, sin interrupciones.
Así termino aprovechando lo aprendido en los tiempos en que la velocidad se llamaba Taquimecanografía, allá en el siglo pasado, acá en el siglo presente. Yemas sobre teclas, cliqueando en borbotones.
La idea inicial es harina, polvo hecho del cúmulo de historias, experiencias y devenires. La inspiración es agua tibia que mana nadie sabe de donde y nos va bañando, sin que podamos contener ni retenerla. Sal y Aceite son entusiasmo y sazón, dando sabor y alargando. Pero los secretos están en la levadura y el polvo de hornear, una buena historia y la resonancia humana.
Por placer de amasar y dejar la masa en un rincón tibio, cerca del fuego, escribo ahora historias y las dejo al alcance del barullo internauta. Quiera la fortuna que mis letras leven.
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