-El Amor de Dios-
La lógica del amor de Dios es esta: El
amor se relaciona a sí mismo inversamente a la grandeza y excelencia del
objeto. Si soy un donnadie, si en mi desgracia me siento más miserable que la
persona más miserable de todas, entonces es eternamente, no, absolutamente,
cierto que Dios me ama. Cristo dice: Ni un gorrión cae a la tierra sin su
voluntad. Sí, uno puede suponer que Dios tiene tanto por lo cual ver. Pero un
gorrión - ¡no, no! Dios es amor, y el amor se relaciona inversamente con lo
meritorio del objeto. Así ofrezco una entrega menor, pues en mi pecado soy
menor que un gorrión. Sin embargo Dios es amor y por ello la lógica del amor se
completa con mayor rapidez. Mientras mayor sea la caída, mayor es el amor.
Te sientes
abandonado, que nadie te entiende o le importas, y por ello decides: no le
importo a Dios tampoco. ¡Tonto! Vergüenza debe darte pensar de esta manera
sobre Dios. No, pues aun la persona de quien literalmente pueda decirse que es
el más abandonado, es él a quien Dios ama. ¡Y con mayor certeza!
Piensa en lo que significa creer que Dios
vino al mundo, y además por tu causa.
Casi suena como si fuera una presunción blasfema. Si no fuera Dios mismo
quien lo dijo, sí, de todas las blasfemias sería la más terrible. Esto no es un
invento para mostrarte qué tan importante somos para Dios. Es para mostrarte
qué tan infinito es el amor de Dios. Pues es tan ciertamente infinito que se
preocuparía por un gorrión, pero en nombre del pecador que se permite nacer y
morir, oh, infinito es su amor.
Esto es todo lo que sé de cierto, que
Dios es amor. Aun si me he equivocado en éste o aquel punto, Dios sin embargo
es amor. Si he cometido un error estará suficientemente claro; así que me
arrepiento – y Dios es amor. Él es amor, no fue amor, ni será amor, oh no, aun
ese futuro es demasiado lento para mí, él es amor. Oh, qué maravilloso. Algunas
veces, quizás, mi arrepentimiento no llega de una sola vez, y así hay un
futuro. Pero Dios no deja a nadie esperando, él es amor. Como el agua de un
manantial que se mantiene a la misma temperatura en el verano o el invierno –
así es el amor de Dios. Su amor es un manantial que nunca se seca.
Que Dios es amor significa que hará todo
para ayudarte a amarlo, esto es cambiarte a su imagen. Sabe muy bien qué
tan infinitamente doloroso es este cambio para ti, y así está dispuesto a
sufrir contigo. Sufre más en amor que tú, sufre todo el dolor de corazón al ser
incomprendido – pero no es cambiado.
Dios tiene sólo una pasión: amar y ser
amado. Lo que lleva a Dios a crear no es un entretenimiento. No, no, esto
es justamente lo opuesto a voluntad de Dios. Amar y ser amado es la única
pasión de Dios. Casi parece – ¡amor infinito! – como si él mismo estuviera
atado por esta pasión, por el poder de esta pasión, de forma que no puede cesar
de amar, casi como si fuera una debilidad, cuando es por supuesto su fortaleza,
su amor omnipotente, a tal grado que su amor está por encima de todo cambio.
¡Oh, omnipotencia maravillosa de amor! Pero
Dios que crea de la nada, quien con todo poder toma de la nada y dice, “Sé”,
amorosamente adjunta, “Sé incluso algo en oposición a mí.” Amor maravilloso,
¡aún su omnipotencia está bajo el influjo del amor!
Señor, ayúdanos a amarte mucho.
Incrementa nuestro amor e inflámalo. Oh, esta es una plegaria que seguramente
escucharás, tú que eres verdaderamente amor. Compasivo, amoroso, enamorado,
eres un amor de tal clase que tú mismo enamoras al amor que te ama y le incitas
a amarte aún más.
Ah, cuando Cristo vagaba por Judea
conmovió a muchos con sus milagros. Pero clavado en la cruz hizo un milagro aún
mayor, hizo el milagro del amor, que sin hacer cosa alguna, excepto sufrir,
conmueve a todo aquel que tiene un corazón.
El mayor peligro para un niño, en lo
que concierne a la religión, no está en que su padre o maestro sea un infiel,
ni siquiera en que sea un hipócrita. No, el peligro yace en que sea tan piadoso
y temeroso de Dios, y que el niño entonces se convenza, pero que sin embargo
note que en lo profundo yace una terrible inquietud. El peligro está en que el
niño sea provocado a concluir de Dios, que Dios no es amor infinito.
Padre celestial, grande e ilimitado es la
expansión de tu reino. Tú sostienes las constelaciones y los pilares de un
universo en expansión; llevas el peso de un mundo fatigado; y diriges los más
pequeños pasos en los senderos de la tierra. Los granos de arena en las costas
del océano no se aproximan en número a la suma de responsabilidades que son
tuyas. Y a pesar de tu poder ilimitado y soberanía sin par haces caso a
nosotros pequeños seres humanos. Te inclinas para escuchar a cada uno con tanta
atención y cariño que, en medio de toda la cacofonía y confusión de los
clamores cotidianos, cada persona tiene la certeza de que le das tu atención
entera. No solo atiendes a aquel que ordena y dirige; no solo escuchas a la voz
de aquel que reza por tu intercesión para sus seres amados como si tuviera un
canal especial a tus favores. ¡No! Prestas tu atención también a aquel que es
el más miserable, el más abandonado, el más solitario – ya sea que se mueva
entre la multitud o camine por el desierto sin marca. Y si otros le han
olvidado y le han rechazado de su cuidado, si en la multitud ha perdido toda su
identidad, si ha cesado, realmente, de ser un ser humano y se ha vuelto no más
que un número en una lista, tú le conoces, oh Dios. No le has olvidado. Donde
sea que esté, perdido en el desierto o tan perdido e ignorado en la multitud;
cualquiera que sea su estado, ya sea en un dolor agonizante, o en una terrible
servidumbre a pensamientos aterradores, abandonado, tan separado de
comunicación que en el silencio prolongado se haya olvidado de su lengua nativa
– ¡aun así tú, oh Dios, no le has olvidado y le escuchas y comprendes en su
llanto sin palabra! Sabes de inmediato cómo encontrar el sendero que lleva
hasta él, y rápido como el sonido y veloz como la luz te apresuras a su lado.
Tú nos amaste primero, oh Dios.
Tristemente, hablamos de que nos amaste primero sólo una vez, históricamente
hablando, cuando en verdad, sin cesar, nos amas todo el tiempo. Cuando
despierto por la mañana y mi alma se torna a ti de inmediato, tú lo has hecho
primero. Tú ya te has tornado hacia mí. Si me levanto al alba y en el primer
segundo de mi despertar mi alma se torna a ti en plegaria, me has ganado. Ya
has tornado tu amor hacia mí. Así, hablamos de ingratitud si, ingratos e
ignorantes, hablamos de que nos has amado solamente una vez.
Alabado sea Dios que no es por mi mérito
que Dios me ama. De otra forma, podría morir en cada momento de miedo a que
en el siguiente instante cese de ser digno.
Mientras que todas las otras cualidades
atribuidas a Dios son adjetivos, solo el amor es sustantivo. ¿Cómo podría uno
pensar en decir “Dios es amar”?
Aquel que ama a Dios es amado por Dios.
-Gracia-
Se dijo de Cristo que revelaría los
pensamientos de muchos corazones, y esto hizo. ¿Cómo? Simplemente proclamando
gracia. Aquel que proclama la ley fuerza a una persona a algo. La gente trata
de ocultarse cuando enfrentan la ley. Pero la gracia, el hecho de que es
gracia, les hace completamente desaprendidos. Cara a cara con la gracia una
persona realmente aprende a conocer aquello que yace dentro. Dile a un niño que
haga algo – esto no quiere decir que el niño lo haga, ni tú llegas a conocer la
naturaleza del niño. No, sino dile, “Eres libre, puedes hacer esto si te place”
– entonces sabrás qué es lo que yace en la profundidad del niño.
La intención del Cristianismo es que
por la gracia, ahora como nunca fue bajo la ley, veremos lo que una persona
puede conseguir. Pero en lugar de esto hemos usado la “gracia” para evitar
actuar. En lugar de que la gracia sea la base del coraje y la movilidad de
acción se aplica de tal manera que incluso crea una obstrucción innatural. Se
usa de tal manera que uno se hunde más y más de forma que requiere más y más
gracia. Continuamente nos topamos con este tipo de cosas: Si de todas formas
seré salvado por la gracia, para qué me esfuerzo. Abstengámonos de cualquier
tipo de esfuerzo porque todo es igualmente gracia. ¡Qué burla! Con la gracia de
Cristo nos podemos aventurar incluso con mayor intrepidez. Sin embargo,
nosotros los hombres actuamos así: Aún el arrojo más pequeño es tontería –
porque de todas formas está la gracia.
Ninguna cantidad de lucha puede ganarse la
salvación. Por ello está la gracia. Pero aquí está el peligro, el peligro
que la gracia pueda tener un efecto aturdidor y paralizador. El misterio de la
gracia consiste en el hecho de que el más grande esfuerzo humano es, aun así,
un juego tonto, un inconveniente desperdiciado, un gesto ridículo, si fuera un
intento de ganarse la salvación – y sin embargo seguir esforzándose tanto como
uno que sobria y seriamente cree que por sus esfuerzos se ganará la salvación.
Si en alguien que predica la gracia su
vida expresa lo opuesto, entonces está tomando la gracia en vano.
Considera una persona que es consciente de
su culpa y ofensa. Por mucho tiempo va con una desesperación y
remordimiento callados, lamentándose. Entonces aprende a escapar hacia la
gracia, y le es perdonado todo; todo es infinitamente perdonado. Pero en el
momento en que le cierra la puerta a la gracia y se lanza lleno de resolución
santa a comenzar una nueva vida, tristemente, agitado con gozo por el
pensamiento de que ahora que todo está perdonado nunca se enfrentará a esa
situación otra vez, en ese mismo minuto, en ese mismo segundo, está en camino a
una nueva culpa – encarnada en “lo mejor que puede hacer.”
En ese mismo
momento debe volver y tocar a la puerta de la gracia. Debe decir: Oh, gracia
infinita, ten piedad de mí por estar aquí nuevamente tan pronto y tener que
pedir gracia. Ahora comprendo que para poder tener paz y descanso, para no
perecer en la desesperación más completa, para poder respirar, y para poder
existir en lo absoluto, necesito gracia no solo para el pasado sino gracia para
el futuro.
La diferencia entre un incrédulo y un
Cristiano no es que éste último no tenga pecado. La diferencia es cómo
considera su pecado y cómo se mantiene en la lucha. Cuando un incrédulo peca –
y precisamente mientras más profundo y noble sea – hay un alto terrible en su
lucha. Se hunde en la depresión, desespera por su culpa, y el pecado entonces
quizá adquiere más y más poder sobre él, de forma que se hunda más y más en la
desesperanza. El Cristiano tiene un Salvador. Se refugia en la “gracia.” Como
un niño, su pecado es transformado en disciplina paternal cuyo objetivo es
ayudarle a avanzar – y quizá entonces da el paso adelante pleno de
autoconfianza. La confianza con fuerza no necesariamente es irresponsabilidad,
sino una confianza en la gracia.
Recuerdo mi juventud, cuando me aburría
soberanamente copiar las cartas de mi padre. Pero tan solo tenía él que decir,
“Está bien, lo haré yo mismo.” Entonces estaba inmediatamente dispuesto. Oh, si
solamente me hubiera regañado, tristemente, no habría habido más que una
discusión; pero su respuesta era verdaderamente conmovedora. De la misma
manera, la auto-negación es difícil y puede amargar a una persona, si es
impuesta por la ley. Pero la perspectiva del Salvador y sus palabras son algo
muy diferente. Él dice, “Todo te es dado, y no es nada sino gracia, tan solo
mírame a mí y a mi sufrimiento que te han ganado esta gracia para ti.” ¡Sí,
esto es conmovedor!
Debes entregarte a Cristo
incondicionalmente. Si te rindes, corres el riesgo de que haga las cosas
extrañas para ti – tan extrañas que sientas que casi desesperas. Esto es, y
debe ser, lo que en entrega incondicional haga que la carne y sangre tiemblen.
Pero recuerda que Cristo es gracia, y es a la gracia a la que te entregas.
Como padres terrenos, les damos a
nuestros hijos y, frecuentemente, con orgullosa generosidad, nos devolverán una
porción de ese regalo, realmente devolviendo algo que nos pertenecía. Por esta
razón, no rechazamos sus regalos o a quienes nos los entregan sino que los
amamos aún más. El regalo de Dios es como el padre ayudando al hijo a escribir
un agradecimiento al propio padre, que lo recibe como si proviniera del propio
hijo. El error del pagano es que conoce sobre
su dios, y sabe que no provee de forma gratuita. Sin embargo, ¡el creyente conoce a su Dios y sabe que sus
bendiciones son gratis!
La gracia ha sido llevada a una dirección
enteramente errónea; la usamos para minar el requerimiento de la ley. ¡Esto
carece de sentido y no es cristiano! No, el requerimiento de Dios es y
permanece el mismo, sin alterar, quizá incluso afilado bajo la gracia. La
diferencia es esta: bajo la ley mi salvación está ligada a la condición de
cumplir con su requerimiento. Bajo la gracia estoy liberado de esta
preocupación – pero el requerimiento de Dios permanece.
El
requerimiento de la ley es la tensión. La tensión de una cuerda de arco que
crea el movimiento, pero uno puede tensar la cuerda de un arco hasta romperlo.
Esto es precisamente lo que hace la ley. Sin embargo lo que se rompe no es el
requerimiento de la ley, sino aquello que se agrega – el hecho de que mi
salvación eterna depende del cumplimiento del requerimiento. Ningún ser humano
puede soportar esto. En verdad, mientras más serio se sea, mayor certeza se
tiene en su desesperación, y se vuelve completamente imposible para esta
persona poder empezar a cumplir la ley.
Pero
entonces viene la gracia. Naturalmente, la gracia de Dios sabe muy bien cuál es
el problema, dónde aprieta el zapato. Se lleva la preocupación, el apéndice de
cumplir la ley, que es precisamente lo que hace imposible cumplir la ley. La
Gracia se lleva la ansiedad y afirma: Solo cree – y entonces la salvación te
está garantizada. Pero nada cambia en lo más mínimo en la demanda de la ley.
Ahora comienzas a cumplirla. Pero habrá paz y descanso para tu alma, pues tu
salvación está asegurada mientras creas.
-La Condición Humana-
No solo en el comercio sino también en el
mundo de las ideas nuestra era está llevando a cabo una venta de rebajas.
Una era revolucionaria es una era de acción;
la nuestra es una era de publicidad y propaganda.
Lo confuso sobre nosotros es que somos
simultáneamente el Fariseo y el Publicano.
Amar a Dios es el único amor feliz,
pero por otra parte es algo terrible. Cara a cara con Dios estamos sin medidas
ni comparaciones; no podemos compararnos con Dios, pues entonces nos volvemos
nada, y directamente ante Dios, en la presencia de Dios, no nos atrevemos a
compararnos con otros. Por ello en cada persona hay un prudente miedo a tener
cualquier cosa que ver con Dios, porque al involucrarnos con Dios nos volvemos
nada. Y por ello, deseamos esta relación a distancia y dedicamos nuestras vidas
a distracciones temporales. Todas estas ocupaciones de la vida no son sino
distracciones.
Estamos compuestos de lo más bajo y de lo
más alto, y desde el nacimiento estamos casi por completo en manos de lo
más bajo. Lo agradable – y lo desagradable – son lo que nos determina, y se
queda así casi toda la vida para la mayoría de nosotros.
De cierta forma todos estamos corriendo.
Corremos tras el dinero, estatus, placer. Corremos con chismes, rumores,
maledicencias, con mentiras, ficciones y trivialidades. Corremos al este y al
oeste, jadeando en nuestras ocupaciones activistas. Pero no corremos en la
pista de carreras.
De la siguiente manera es como la
naturaleza humana se relaciona con lo divino: los discípulos duermen –
mientras Cristo sufre.
Se habla mucho sobre el peligro y la falta
de fe que existen en el mundo. Pero no nos olvidemos que cada uno de
nosotros tiene dentro de cada uno al traidor más peligroso.
Hay muchos individuos que viven con miedo
de aquel agitador incansable que es, sin embargo, el verdadero descanso –
la eternidad.
Cuando una persona se esfuerza por el
futuro, aprende que sin importar qué tan fuerte sea, hay un enemigo que es
aún más fuerte – él mismo. Existe un enemigo que no puede conquistar por sí
mismo, y éste es él mismo.
Cuando la gente o cuando una generación
vive meramente por las metas finitas, la vida se vuelve un torbellino,
insignificante, y ya sea una desesperación arrogante o una desesperación
angustiada. Debe haber un peso – tal como la maquinaria de un reloj necesita
una pesa interna para poder correr debidamente, y el barco necesita un
contrapeso. El Cristianismo crea este peso, este peso regulador, convirtiéndose
en el significado de vida de cada individuo. El Cristianismo pone a la
eternidad en juego. En medio de todas estas metas finitas el Cristianismo pone
este peso, y este peso está hecho para regular la vida temporal, tanto los días
buenos como los malos. Y porque el peso ha desaparecido – el reloj no puede
correr, el barco se bambolea salvajemente – la vida humana es un torbellino.
El resultado del progreso humano es que
todo se vuelve más y más delgado. El resultado de la providencia divina es que
todo se vuelve más profundo e interno.
Dios creó a la humanidad a su propia imagen,
y por respuesta nosotros hemos creado a Dios a la nuestra. La concepción de
Dios que tiene una persona está esencialmente determinada por el tipo de
persona que sea.
Dentro de cada ser humano yace el temor de
estar solo en el mundo, olvidado por Dios, pasado por alto entre la
tremenda multitud de millones y millones. Este miedo se aleja acercándose a
aquellos a quienes uno se siente atado como amistades y familia; pero sin
embargo el temor sigue allí y uno difícilmente se atreve a pensar que pasaría
si todos desaparecieran.
Oh Dios, perdóname por buscar emociones y
disfrutes en las diversiones del mundo que nunca satisfacen verdaderamente.
Si como el hijo pródigo, me he ido en busca de las maravillas del mundo
temporal, perdóname y recíbeme de vuelta en el amor de tu abrazo.
Algunas aves se elevan callada y suavemente
de la rama en la que han estado paradas y ascienden al cielo en su vuelo,
orgullosa y valientemente. Otros, como urracas, por ejemplo, hacen una gran
alharaca cuando están por volar. Levantan un pie y luego vuelven a agarrarse, y
no llegan a volar. De tantas maneras somos así cuando se trata de lograr el
movimiento del entendimiento a la acción. Algunos llegan al entendimiento
apropiado de lo que deben hacer – y luego se echan para atrás.
-El Individuo-
Cada llamado de Dios está siempre
dirigido a una persona, el individuo singular. Precisamente en esto yace la
dificultad y el examen, que aquel que es llamado debe presentarse solo, caminar
solo, solo con Dios. Por ello, todo aquello que hace su apariencia de lo
estadístico no viene de lo alto. Si alguien interpreta algo así como llamado, puedes
estar seguro que viene de lo bajo.
“El Individuo Singular” – con esta
categoría se yergue o cae la causa de Cristo.
Cuando el individuo se relaciona con Dios
por medio de la raza, por medio de la abstracción, por medio de un tercero, se
extingue el Cristianismo. Y cuando esto sucede, el Dios-hombre se vuelve un
fantasma en lugar de nuestro ejemplo.
El Cristianismo no une a las personas.
No, las separa – para poder unir a cada individuo a solas con Dios. Y cuando
una persona se ha vuelto tal que pertenece a Dios y solamente a Dios, ha muerto
a aquello que normalmente une a las personas. Es imposible estar involucrado con Dios sin soportar el peso de la
presión de ser yo. Sin embargo miles
viven sin tener que convertirse en yo, o viven como yo’s truncados, truncados a
un tercero. Llenan sus vidas con todo tipo de cosas, imaginan que están
verdaderamente involucrados con Dios, se exaltan por no haberse aventurado más
allá porque son tan humildes. ¡Qué confusión! La primera condición para
rectificarse está en ver que esta noción de la humildad es una completa
tontería, que uno arrastra los pies tan solo por debilidad, por tener la piel
blanda y por cobardía.
Lo espiritual difiere de lo religioso
en ser capaz de soportar el aislamiento. El rango de una persona espiritual es
proporcional a su fuerza para soportar el aislamiento, mientras que las
personas religiosas están en necesidad constante de “los otros”, el rebaño.
Nosotros gente religiosa morimos, o desesperamos, si no se nos reconforta al
estar en asamblea, teniendo la misma opinión que la congregación, y todo lo
demás. Pero el Cristianismo del Nuevo Testamento está relacionado precisamente
con el aislamiento del hombre espiritual.
Cada persona se encoge de ser personalidad,
de estar cara a cara con los otros como una personalidad. Nos encogemos de esto
porque sabemos que los otros nos convertirán en un blanco. Nos encogemos de ser
revelados. Por ello vivimos, si no en la total oscuridad, si entonces en el
crepúsculo, en embustes, en lo impersonal. Pero el Cristianismo, que sabe la
verdad, sabe lo que significa la vida: revelación.
La salvación de una persona yace
precisamente en convertirse en persona. ¿Por qué? Porque está tan iluminado que
no puede esconderse de sí mismo – sí, iluminado como si fuera transparente. La
municipalidad ya es de la opinión que la iluminación a gas por las noches ayuda
a prevenir el crimen porque la luz lo ahuyenta. Considera, entonces, la
penetrante iluminación de ser personalidad – ¡Luz en todas partes!
En estos días, uno no se vuelve un autor
por medio de su originalidad, sino leyendo. De forma similar, uno ahora se
vuelve un ser humano imitando a otros. Pareciera que no sabemos, dentro de
nosotros mismos, lo que quiere decir ser humano. En su lugar, por interferencia
concluimos: somos como los otros – por ello somos humanos. ¡Solo Dios sabe si
alguno de nosotros lo es!
En el mundo animal “el individuo”
siempre es menos importante que la raza. Pero precisamente porque cada uno de
nosotros es creado a imagen de Dios es que el individuo está por encima de la
raza. Por supuesto, esto puede ser mal entendido y terriblemente mal aplicado.
Pero esto es el Cristianismo. Y es aquí donde se debe librar la batalla.
El Cristianismo quiere concederle la
felicidad eterna al individuo singular, un bien que no es distribuido en
masa sino solo a uno, y a uno solo a la vez.
En la eternidad no hay una plegaria común.
En la eternidad, el individuo, sí, tú, mi escucha, y yo como individuos seremos
cuestionados únicamente sobre nosotros mismos.
Dios desea tener yo’s, pues Dios desea
ser amado. Hay gente que maneja las
ideas que toman de otros de forma tan frívola y miserable que deberían ser
juzgados por manejo ilegal de propiedad ajena.
¿Quién es el individuo auténtico? Aquel
cuya vida, por fruto de un largo silencio, gane carácter y cuyas acciones
adquieran poder para incitar y despertar.
Pareciera haberse olvidado que las
distinciones de la existencia terrena son solo como el disfraz de un actor
o una capa de viaje. Cada individuo debería, por tanto, tener cuidado en
asegurar flojamente los nudos de esta vestimenta exterior, nunca en nudos
apretados, para que al momento de la transformación se pueda uno quitar
fácilmente esta vestimenta. Todos tenemos suficiente conocimiento del teatro
para ser ofendidos por un actor que, cuando se supone debe quitarse el disfraz
al momento de la transfiguración, salga a escena antes de haber aflojado los
nudos. Tristemente, en la vida real uno se ata a la vestimenta de la distinción
de forma tan firme que la gloria interna de la igualdad nunca, o muy rara vez,
puede brillar, algo que podría y debería hacer constantemente.
Si uno pudiera describir la confusión
de la edad moderna, creo que no habría palabras más descriptivas que: es
deshonesta. La gente joven, incluso los niños, están conscientes de qué
fraudulento es todo y como todo depende de aferrarse a su generación, siguiendo
las demandas inconstantes de la era. Así la vida de cada generación silba y
hierve ininterrumpidamente. Y aunque todo es un torbellino, una señal de alerta
se escucha, el repicar de campanas, significando para el individuo que ahora,
en este mismo segundo, hay que apurarse, arrojar todo – reflexionar, meditación
callada, pensamientos confortantes de lo eterno – porque si te demoras demasiado
no alcanzarás a subirte a la siguiente expedición apresurada de la generación,
que está a punto de salir – y entonces, entonces, ¡qué terrible! ¡Ah, sí, qué
terrible! Todo, absolutamente todo está calculado para alimentar esta
confusión, el sabor profano de esta cacería salvaje. Los medios de comunicación
se vuelven más y más perfectos, pero las comunicaciones se vuelven más y más
apresuradas y más y más confusas. Y si cualquiera se atreve, ya sea en nombre
de la originalidad o de Dios, a resistirse – ¡caiga el castigo sobre él! Tal
como el individuo es arrebatado por este remolino de impaciencia que debe ser
entendido inmediatamente, así esta generación anhela imperiosamente entender al
individuo de inmediato.
-Interiorización y Subjetividad-
El profeta Natán le contó a David una
historia. Pero como pasa tan frecuentemente cuando se trata tan solo de una
historia o doctrina o algo parecido, David escuchaba tranquilamente. Pero
entonces el profeta le dio un giro a la historia y dijo: ¡Tú eres el hombre!
Esto lo hizo personal. El Cristianismo no es lo objetivo; sino exactamente lo
opuesto, lo subjetivo.
El movimiento que lleva al Cristianismo de
vuelta a Cristo es un movimiento de interiorización. Es como si un abogado
llegara a una propiedad y de cierta forma encontrara todo debidamente en orden
– excepto que los ocupantes llegaron a la conclusión de que la propiedad les
pertenece a ellos y no al benévolo propietario.
Creer no es una relación indiferente con
algo que es verdad. Es una relación definitivamente decisiva. El acento
siempre recae sobre la relación.
Todo entendimiento depende fundamentalmente
de cómo uno se dispone para algo. Si un infortunio sucede cuando estás
verdaderamente confiado y lleno de fe – bueno, entonces aun si fuera
verdaderamente desastroso – si eres confiado y estás lleno de fe, puedes
aceptarlo en el contexto del gozo. Dios está permitiendo que algo te suceda
simplemente porque ahora tienes la fuerza para sobrellevarlo, ahora puedes
tomar la ocasión para aprender de ti mismo superándolo. Si eres miserable,
infeliz, melancólico, entonces la cosa más insignificante es suficiente para
hacerte sospechar de la mala suerte, la ley de la fatalidad, en lo que te
sucede. Por ello, toda tu visión de la vida es en realidad una confesión del
estado de tu ser interno.
Algo solo puede ser entendido por su igual,
cualquier cosa que se conoce es conocida en la forma en que es aquel que la
conoce. Si el Cristianismo es esencialmente algo objetivo, exhorta al
observador a ser objetivo. Pero si el Cristianismo es esencialmente subjetivo,
es un error si el observador es objetivo o especulativo. Puesto que el
Cristianismo requiere un interés infinito en el sujeto individual, es fácil ver
que el pensador especulativo no puede encontrar aquello que busca. Mientras que
el pensador objetivo es indiferente al sujeto pensante y su existencia, el
pensador subjetivo está esencialmente interesado en su propio pensamiento,
existe en él. Mientras que el pensador objetivo invierte todo en el resultado y
asiste a toda la humanidad a hacer trampa copiando y jalando las respuestas, el
pensador subjetivo invierte todo en el proceso de convertirse y omite el
resultado. El pensador subjetivo está continuamente en el proceso de
convertirse. El pensador objetivo ya ha llegado.
El pensador subjetivo está luchando
continuamente, siempre está en proceso de convertirse. Qué tan lejos esté
el pensador subjetivo en este camino, ya sea que esté lejos o cerca, no marca
ninguna diferencia esencial (es, después de todo, una comparación finitamente
relativa); mientras esté existiendo, está en proceso de convertirse.
Imagina un cuerpo celeste, en proceso de
constituirse a sí mismo. ¿Acaso no determinaría, primero que nada, qué tan
grande debe ser su superficie y qué otro cuerpo moverá? Primero permitiría que
las fuerzas centrífugas y centrípetas armonizaran su existencia, y luego
dejaría que el resto tomara su curso. De forma similar, es inútil que una
persona se constituya a sí misma determinando primero lo exterior y luego los
fundamentos. Uno debe conocerse a sí mismo primero antes de hacer cualquier
otra cosa. Es solo cuando una persona se ha entendido a sí mismo interiormente,
y con ello ha encontrado su camino, que la vida adquiere paz y significado.
El pensador sólido, sensible va al
Cristianismo de esta manera: “Que tan solo haya claridad y certidumbre
sobre la verdad del Cristianismo y con toda seguridad la aceptaré”. Sin
embargo, el problema es que la verdad del Cristianismo tiene algo en común con
la aguja: el pensamiento sólido, sensible solo se pincha cuando intenta
sujetarla de esta forma. De hecho no la sujeta, no puede sujetarla en lo
absoluto; sujeta su verdad objetiva tan objetivamente que él mismo permanece
afuera.
Hagamos una analogía. Toma una pareja
casada. Mira pues, su matrimonio claramente deja una marca en el mundo
exterior; constituye un fenómeno de la existencia (en una escala menor, tal
como el Cristianismo deja su marca en toda la vida). Pero su amor conyugal no
es un fenómeno histórico. Lo externo por sí mismo es insignificante. Tiene su
significado para la pareja casada solamente a través de su amor. Lo mismo es
verdad para el Cristianismo. ¿Acaso esto es tan original?
Los múltiples estados del alma de una
persona deberían ser como las letras listadas en el diccionario – algunas
son muy firmemente y copiosamente desarrolladas, otras tienen tan solo unas
cuantas palabras listadas bajo ellas – pero el alma en sí misma debería tener
un alfabeto completo.
La filosofía es la nodriza seca de la vida que
puede cuidarnos – pero no nutrirnos.
Aunque el sistema me ofreciera cortésmente
un cuarto de visitas en el piso principal, para poder ser incluido, aun así
prefiero ser el pensador que es como un ave en una rama.
-Amor-
Mientras mayor superioridad tenga una
persona sobre otra a quien ame, más se sentirá tentado, humanamente
hablando, de elevar a esta otra hacia sí. Sin embargo, divinamente hablando más
se sentirá atraído a descender hacia ella. Esta es la lógica del amor. Es
extraño que la gente no haya visto esto en el Cristianismo.
Con esto podemos ver que el amor ha
conquistado al mundo – y éste le da bien por mal.
Aún es la
más amplia, la más grande parte del mundo, aunque espacialmente la más pequeña,
la que ocupa este reino del amor en el que todos podemos ser terratenientes sin
necesidad de que la propiedad de uno se amontone sobre la de otro. Sí, en lugar
de esto extiende las pertenencias de otro. En cambio, en el reino de la ira y
el odio – qué pequeño es este aislamiento egoísta y qué enorme espacio demanda
– todo el mundo no es suficientemente espacioso; este reino no tiene lugar para
otros.
Hablas de encontrar el consuelo en Cristo.
Muy bien, entonces prueba esto: en el mismo momento en que te encuentres en el
mayor sufrimiento, simplemente piensa en confortar a otros, pues esto es lo que
él hizo. La tarea no es buscar un consuelo – sino ser el consuelo. La gente desespera por estar sola y por
ello se casan. ¿Pero es esto amor? Diría que es auto-amor.
“Aquel que ve a su hermano necesitado, y
sin embargo cierra su corazón” – sí, al mismo tiempo deja fuera a Dios. El
amor a Dios y el amor al prójimo son dos puertas que se abren simultáneamente.
Es imposible abrir una sin abrir la otra, y es imposible cerrar una sin cerrar
la otra también.
La característica identificable del amor
Cristiano es que contiene esta aparente contradicción – que el amor es un
deber. Y sin embargo es solo este tipo de amor que revela al prójimo.
El amor que ha llevado a cabo una
transformación de lo eterno al convertirse en un deber ha ganado la
continuidad; es plata pura.
Estar ocupado, dividido y disperso,
ocuparse a uno mismo está lejos del amor. El amor Cristiano está entero y
tranquilo en cada expresión, y sin embargo es acción pura. Consecuentemente
está tan lejos de la inactividad como lo está del atarearse. Nunca queda
absorto en algo antes ni tampoco da una promesa en lugar de la acción. Nunca
obtiene satisfacción en imaginarse que ha terminado, ni tampoco se distrae en
autocomplacencia. No es un sentimiento misterioso y secreto tras el entramado
de lo inexplicable, que el poeta quiere atraer a la ventana, ni una disposición
del alma que gustosamente no reconoce leyes, no quiere reconocer alguna, o
quiere tener su propia ley y busca solamente cantar. Es acción pura y cada una de
sus obras es sagrada, pues es el cumplimiento de la ley.
La justicia se venga a sí – el amor es
vengado.
Cuando un pescador ha atrapado a un pez en
sus redes y desea mantenerlo con vida, ¿qué debe hacer? Debe ponerlo
inmediatamente en el agua; de otra forma se fatiga y muere después de un
tiempo. ¿Y por qué debe ponerlo en el agua? Porque el agua es el elemento del
pez, y todo lo que se mantiene con vida debe mantenerse en su elemento. ¿Y qué
hay del amor? El elemento del amor es la infinitud, infatigabilidad,
inmensurabilidad. Si deseas mantener tu amor, debes cuidar que permanezca en su
elemento. Pues de otra forma, se viene abajo y muere – no después de un tiempo,
sino de inmediato, lo que en sí mismo es un signo de perfección, que puede
vivir solamente en su elemento – el infinito.
Cuando el pecado de una persona está
envuelto en amor, el pecado está fuera de su elemento. Es como una ciudad
sitiada a la que se le han cortado todas las comunicaciones. Es verdad, el
pecado puede usar al amor como una oportunidad (¡pues qué no puede usar una
persona corrupta para la corrupción!). El pecador se puede amargar por amor, y
rabiar contra él. Sin embargo, a la larga el pecado no puede triunfar contra el
amor.
¿Qué puede sacar al amor de su elemento? Tan
pronto como el amor se concentra en sí mismo, tan pronto como es un objeto para
sí. Imagina una flecha en el aire. Imagina que por un segundo tuviera la noción
de concentrarse sobre sí misma, quizá ver qué tan lejos ha llegado, o qué tan
alto vuela sobre la tierra, o cuál es su trayectoria respecto a otra flecha. En
ese mismo momento la flecha caería a tierra.
Cuando un artista diseña un plan, un
bosquejo de trabajo, sin importar qué tan exacto sea el bosquejo, siempre
hay algo indeterminado. Solo cuando se termina la obra hay una definición. De
forma similar, la ley es un bosquejo; el amor es la definición completa y
realizada. En el amor se define por completo a la ley. Hay solamente un poder
que puede completar la obra, aquella para la que la ley es un bosquejo – y éste
es el amor. Sin embargo, la ley y el amor, tal como el bosquejo y la obra, son
por un mismo artista, tiene el mismo origen. No hay conflicto entre uno y otro.
La justicia separa y divide; determina
lo que cada uno tiene el derecho de llamar propio. La justicia juzga y castiga
a cualquiera que se atreva a reconocer la distinción entre lo mío y lo tuyo.
Pero a veces, el cambio interviene, una revolución, una guerra, un terremoto, o
una desgracia terrible, y todo es sacudido. La justicia busca en vano proteger
lo que es de cada uno; no puede mantener la balanza en medio de la confusión.
Por ello arroja lejos la balanza - ¡desespera!
¡Qué
espectáculo tan terrible! Y sin embargo, en cierto sentido, ¿acaso el amor no
trae la misma confusión, aunque de forma mucho más revitalizante? El amor es el
cambio, el más trascendente de todos. ¡El amor es la revolución, la más
profunda de todas y la más bendita! Con amor, también, viene la confusión. Pero
en esta confusión vitalizadora no hay distinción entre lo mío y lo tuyo.
¡Sorprendente! ¡Hay un tú y un yo pero no un tuyo y mío! Pues sin un tú y yo no
hay un amor.
Es por esto
que el amor es la revolución fundamental. La revolución más profunda, mientras
más desaparezca la distinción entre lo mío y lo tuyo, más perfecto es el amor.
La perfección del amor consiste esencialmente en la profundidad de la
revolución. Mientras más profunda sea la revolución, más tiembla la justicia;
mientras más profunda sea la revolución, más perfecto es el amor.
El amor pueda quizá describirse mejor como
una deuda infinita: cuando una persona es tomada por el amor, siente que
tiene una deuda infinita. Usualmente uno dice que la persona que recibe el amor
se ve en deuda por ser amado. De forma similar decimos que los hijos tienen una
deuda de amor con los padres, pues los padres los han amado primero y el amor
de los hijos es un pago parcial a la deuda o un abono. Esto, ciertamente, es
verdad. Sin embargo, tal forma de hablar es reminiscente a una relación de
contaduría – se hace llegar una cuenta y debe ser saldada; el amor se nos
muestra, y debe ser pagado con amor.
Por ello, no
debemos entonces hablar de que uno tenga una deuda por recibir amor. No, es
aquel que ama el que está en deuda. Porque es consciente de estar atrapado por
el amor, lo percibe como estar en una deuda infinita. ¡Qué hermosa y sagrada
modestia es la que el amor lleva por compañera!
Considera la
creación por un momento. ¡Con qué amor infinito Dios rodea la gran variedad que
tiene vida y ser! ¡Recuerda la belleza de los campos! No hay ninguna, ni una
sola, discriminación en el amor – y sin embargo, ¡qué variedad hay entre las
flores! Aún la más pequeña, más insignificante, la más simple de todas, la
pobre y pequeña florecilla olvidada incluso por sus vecinas más cercanas,
aquella que apenas puedes encontrar sin antes buscar cuidadosamente, es como si
esta, también, le hubiera dicho al amor: déjame ser algo con una característica
propia y distintiva, pero mucho más hermosa que lo que la pobre florecilla se
hubiera atrevido a desear ser. ¡Qué amor! Primero que nada, el amor no hace
distinciones. Segundo, que es como lo primero, hace distinciones infinitas al
amar las diferencias. ¡Amor maravilloso!
Amor perfecto es amar a quien te ha
hecho infeliz. La infelicidad no es amar
sin ser amado, sino ser amado cuando no amas.
Supón que la víctima a quien el
misericordioso Samaritano cuidó hubiera muerto en sus manos. Entonces supón
que el Samaritano hubiera tenido que reportarlo a la policía, y la policía
dijera: Desde luego debemos tenerlo bajo arresto por el momento. ¿Qué entonces?
Sus contemporáneos se hubiera reído de él por ser tan estúpido de involucrarse
en tal embrollo. Lo creerían loco. Mirad, esta es la paga de la misericordia.
Aquel que verdaderamente trae consuelo es
aquel que sufre y para quien se vuelve un consuelo confortar a alguien más
que sufre. Oh, amoroso Padre nuestro,
ayúdanos a recordar que no es dónde respiramos, sino dónde amamos, es allí
donde vivimos.
Si fuéramos honestos, muchos de nosotros querríamos
reprocharle a Cristo por permitir que un hombre como Judas estuviera cargo de
la bolsa. ¿No era acaso “irresponsable” de su parte, viendo que Judas tenía una
tendencia a despilfarrar? Pero más bien deberíamos decir, “¡Qué fe y amor por
parte de Cristo!” Pues la mejor forma de salvar a un hombre como Judas es
mostrarle una confianza incondicional. Si esto no le ayuda, ¿qué lo hará?
¿Qué es lo que hace a una persona inamovible,
más inamovible que una roca; qué es lo que lo hace blando, más blando que la cera?
Es el amor. ¿Qué es aquello que no puede ser tomado pero que toma todo? Es el
amor. ¿Qué es aquello que no puede ser dado pero que da todo? Es el amor. ¿Qué
es lo que queda cuando todo se viene abajo? Es el amor. ¿Qué es lo que no cesa
cuando termina la visión? Es el amor. ¿Qué es lo que ilumina cuando termina el
acertijo oscuro? Es el amor. ¿Qué es lo que da su bendición a la abundancia del
regalo? Es el amor. ¿Qué es lo que hace una abundancia del regalo de la viuda?
Es el amor. ¿Qué es lo que convierte las palabras de una persona simple en
sabiduría? Es el amor. ¿Qué es lo que nunca cambia aun cuando todo cambia? Es
el amor; y esto en sí es el amor, aquello que nunca se convierte en nada más.
-Obediencia-
Cuando se trata de hacer lo que es la voluntad
de Dios, no nos atrevemos a decir: ¡no lo haré! Así que decimos: No puedo.
¿Pero es esto una rebelión menor? Si es la voluntad de Dios que lo hagas, ¿cómo
es posible que no puedas?
El Cristianismo de hoy es un asunto de
elevarse a uno mismo por una hora una vez por semana tal como en el teatro. Se
usa para escuchar todo sin tener la más remota intención de hacer algo.
Es un asunto muy simple. Abre el Nuevo
Testamento; léelo. ¿Puedes negar, te atreves a negar, que lo que allí lees
de dejar todo atrás, de abandonar el mundo, ser ridiculizado y escupido tal
como tu Señor y maestro fue – puedes negar, te atreves a negar, que es muy
fácil de entender, indescriptiblemente fácil, que no necesitas de un comentador
ni a ninguna otra persona para poder entenderlo? Pero dices, “Sin embargo,
antes de hacer esto, antes de arriesgarme a tomar un paso tan decisivo,
necesito consultarlo con otros”. Insolente y desobediente, ¡eres un ladino!
Haces trampa; todo lo que buscas es un escape, una excusa. Por amor de Dios, evítatelo.
¿Qué
pensaría un padre de su hijo, si en lugar de obedecer inmediatamente su
instrucción que es fácilmente entendible, primero consultara con – otro niño –
sobre si debería o no hacer la voluntad de su padre? ¿Acaso el padre no diría:
el mero hecho de que tengas el atrevimiento de hablarle a uno solo de tus
camaradas sobre si debes o no hacer lo que te pido, esto y nada más es
suficiente culpa para merecer todos los castigos. ¿Qué significa esto de que
consultes con otros niños? – ciertamente puedes venir a mí.
Apartar los extenuantes pasajes del Nuevo
Testamento es ahora un método. Los acallamos y ordenamos las cosas en
términos más fáciles y baratos. Creo que es mejor llevarlos a cabo, reconocer
que estas demandas se encuentran en el Nuevo Testamento – y confesar entonces
nuestra debilidad.
De cada palabra que Cristo habló señalando
el costo y el sufrimiento de ser Cristiano, decimos esto: Esto no aplica a
nosotros; esto fue hablado expresamente para sus discípulos. Sin embargo, si
nos atribuimos cada palabra de consuelo, cada promesa; la haya dicho Cristo
para los apóstoles o no, no hace la menor diferencia.
La cuestión nunca es de entendimiento, de
comprensión; es un asunto de hacer lo que uno entiende y lo que una persona
debe hacer en realidad es siempre más fácil de entender.
Haz lo que puedas por Dios, y Dios hará por
ti lo que no puedes hacer. Y recuerda, la única cosa es entregarte por
completo, tus debilidades también, pues la obediencia es más preciada para Dios
que un rebaño de carneros.
Si sigo mis órdenes y me equivoco a
consecuencia de ello, entonces es una parte de la providencia. Quizá
llegará a tener un significado, aunque no lo entienda. Supón que Esteban con su
muerte no hubiera conseguido nada más que influenciar a Pablo - ¿Acaso no
consiguió algo? ¿Y acaso no es frecuente que la caída del valiente traiga
consigo un despertar? Pero el hecho es, queremos jugar a la providencia
nosotros mismos.
¡Oh Dios, enséñame profundamente a
entenderme, que pueda entonces entender lo imposible que es estar
satisfecho con el mero hecho de que soy el amo de mi propio destino, y que no
hay mayor satisfacción y gozo para una persona que la obediencia!
No hay comentarios:
Publicar un comentario